jueves, 4 de febrero de 2010

¿CÓMO SE MANIFIESTA EL SUJETO SUBALTERNO?

“Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia”



Esta frase inicia la historia de esta guatemalteca que conmovió al mundo y que la ha convertido en el símbolo de la lucha indígena, pero además y sobretodo es una narrativa autobiográfica de cómo un sujeto subalterno adquiere poder.

Con el objeto de posicionar la lectura mi primera preocupación será la de ir definiendo lo que se entiende por el concepto de sujeto subalterno, además de entregar las principales características que le otorgan diversos autores y por cierto la de Gayatri Spivak, quien iniciara su uso en el año 1983.

En el presente ensayo, mi objetivo es reflexionar acerca de las posibilidades de habla que posee (o pudiera poseer), el sujeto subalterno, de allí se desprende el título de él, que utilizaré como pregunta central a responder ¿cómo se manifiesta el sujeto subalterno?, a lo que me refiero es, cuáles son sus alternativas de expresión, cómo las ha utilizado, cómo las está usando, pare ello intentaré dar los que considero como mejores ejemplos de lo anterior, mi pretensión, en definitiva es, llegar a concluir que el sujeto subalterno, tiene formas de expresión, las cuales ha venido esgrimiendo, no siempre con idénticos resultados, ya que ello va a depender de las capacidades de organización, los tipos de liderazgo y por sobre todo que los objetivos fundamentales de las movilizaciones no se vean diluidos.

La conceptualización que se hace del subalterno, está referida y comprendida, como algo que no tiene poder de (auto) representación, los estudios subalternos se desarrollan como una práctica académica en nuestra época contemporánea y que tiene como telón de fondo el proceso totalizante y homogeneizador de la globalización, el cual está produciendo nuevas formas de subyugación y explotación, además de fortalecer otras de data anterior.

Lo subalterno representa el atributo general de la subordinación y esta puede estar ejemplificada ya se por conceptos de clase, casta, edad, género, oficio o de cualquier otra forma, por ejemplo la diferencia de estar educado o no, en síntesis un antagonismo en las figuras de subalterno/dominante.

Lo subalterno está ligado a lo campesino y a lo obrero. Al campesino rebelde se le niega toda posibilidad de reconocimiento como sujeto de la historia y a un proyecto histórico que debía pertenecerle.

Decía que la globalización ha provocado nuevas formas de subyugación, estas se han dado a través de la exclusión, la cual se deriva fundamentalmente de la variable económica, de allí surgen los otros ámbitos; sociales, de trabajo, de vivienda digna, etc. Las estructuras dominantes excluyen a los pobres, los excluidos del sistema económico y de mercado quedan “fuera”, pero esta presión de la pobreza u otras formas de exclusión que adopta la burguesía dominante, expulsándolos de su seno, en algún momento se desborda en manifestaciones de todo tipo, en las que no se descarta la violencia.

El concepto de subalterno ha tenido una utilización variada, siendo aplicada en contextos diferentes y en distintos tipos de formas los cuales escapan a lo que en su génesis planteó Gayatri Spivak, desde ese punto de vista, ha variado su utilización primigenia, sin embargo, a lo que aludía Spivak con su aseveración de que el subalterno no “podía hablar”, por que no son escuchados, es de que su discurso no es recogido por la institucionalidad vigente .

Otro punto importante en la subalternidad, es que el subalterno tiene un lugar asignado, producto de sus circunstancia histórica, con la subalternidad, este espacio, se conforma entonces en un lugar de conocimiento y expresión de este, que tiene trazado un límite. En razón de ello, los oprimidos pueden tener mejor capacidad de ser escuchados al ser capaces de entender sus propios condicionamientos y para hacerlo necesitan solidaridad entre ellos y ello se puede lograr a través de alianzas políticas. En el momento en que el subalterno es capaz de traspasar sus límites, empieza a ejercer un poder, su mera presencia tiene la virtud de cambiar los signos.

De lo anterior trasciende que el concepto de subalternidad ha experimentado una evolución. En el contexto colonial que Spivak lo planteaba el individuo subalterno no tenía historia y no podía hablar, es más, cuando ese individuo subalterno era una mujer, las posibilidades de la negación, se acentuaban al límite. Hoy en día la subalternidad instala su debate a través de otros significados, aparecen los conceptos de ciudadanía, hegemonía, subordinaciones, sociedad civil, espacio público y gobernalidades.

A este respecto, Silvia Rivera y Rossana Barragán, nos plantean que el debate instalado por los pensadores hindúes les permite asimilar sus postulados y su reflexión con lo que se ha estado planteando en algunos círculos latinoamericanos, ya desde los años ’70, en donde también se enfrentan nuevos contextos, otras preguntas, como las que brindan las movilizaciones étnicas, que se desarrollan en todo el continente desde los años ’80 y ’90.

Me parece importante recoger lo que nos plantea Nelly Richards, quien nos dice que parte del sistema democrático actual, está basado en la heterogeneidad de la materia social y comunitaria, formando grupos sectorialmente diversificados, en los que sus utopías se enfrentan a interacciones de explotación, pero también de opresión y dominación, tejiendo una variedad de madejas de subyugación que hace imposible la resolución de conflictos con una clave única , no existe una receta idéntica para todos.

El lugar de la subalternidad comienza a ser desplazado. Las lógicas productivistas son desplazadas por las lógicas del consumo y la circulación, se nos aparecen ahora las teorías de la resistencia, de la convergencia o de la insurgencia, aquí se recurre a la definición de subalternidad utilizada por Gramsci, como articulación Estado-sociedad civil y se acentúa la dimensión cultural.

En su momento original (1983) Gayatri Spivak , se resiste a otorgar el don de la palabra a los sujetos silenciados de los márgenes, a aquellos campesinos iletrados, borrados por lo que ella denomina violencia epistémica, se pregunta, si dado los contrates entre interlocutor y receptor, “¿con la voz de que conciencia puede hablar el subalterno?”

Pero hoy, creo que ya se puede sostener que el subalterno, representado por diferentes tipos de movimientos, si puede hablar .

Decía al comienzo del ensayo, que los estudios subalternos, tenían como telón de fondo la presencia totalizante de la globalización, producto de ella el neoliberalismo logró una hegemonía en el mundo, ayudado por la caída de los llamados socialismos reales, sin embargo la crisis de los Estados y de las formas de dominación, han ido erosionando esta hegemonía que se creía invencible. Las contradicciones sociales van adoptando diversas formas de resistencia, algunas veces aisladas, disgregadas, que a veces llegan a articularse derivando en confrontaciones que relanzan la lucha de clases, que muchos habían sepultado, por obsoleta.

Sin lugar a dudas que producto de este sistema, de este sistema económico y de mercado, hay sujetos (subalternos) que están excluidos de todo, también de su libertad, sus derechos humanos y civiles y no pueden ubicarse en las estructuras socio políticas.

Sin embargo, hay quienes también se muestran disconformes, criticando el estado de cosas, el orden neoliberal, que se rehúsan a ser tratados solo como consumidores de espectáculos mediáticos, este es, quien resiste y lucha, el sujeto subalterno que si puede hablar. Este sujeto subalterno oprimido busca fervientemente la forma de defender sus derechos, sus libertades y por sobre todo el espacio público donde hacerse escuchar, eso constituye su espacio social cercano, donde trabaja, donde vive, donde desarrolla variadas actividades, ese lo convierte en su espacio de resistencia y que producto de alianzas que sea capaz de lograr, puede conformarse también en un espacio político.

Pero quiénes son estos sujetos subalternos, oprimidos, subyugados, discriminados, explotados o como quiera llamárseles, ellos son; trabajadores, campesinos, indígenas, mujeres, desempleados, poblaciones colonizadas, minorías nacionales, migrantes, en general, todos los diferentes, los otros.

La modalidad de cómo se manifiesta el “habla” de estos sujetos subalternos, recibe el nombre de movimientos sociales populares, fenómeno múltiple y variado en América latina y lo llevan a cabo aquellos sectores de la sociedad que nombré en el párrafo anterior, los cuales comparten la condición de explotación y dominación y el objetivo compartido se encuentra en la utopía de una nueva sociedad y mientras mantengan claridad sobre ese objetivo común, tienen la posibilidad de ser escuchados, en definitiva de tener “habla”.

Otra particularidad que nos presenta este tipo de expresiones, es su referencia a las clases sociales, es así, como vemos que en nuestra época el enfrentamiento de clases posee características muy complejas, variadas y a veces sutiles.

En América Latina encontramos múltiples señales que están evidenciando la movilización del sujeto subalterno, se pueden señalar a modo de ejemplo, el etnocidio, la doble jornada femenina, la restricción de la matrícula universitaria, el deterioro de las condiciones urbanas, la violación de los derechos humanos, la pérdida del poder adquisitivo del salario, el desempleo industrial, entre otras.

Una resistencia importante hoy en día la ha provocado las formas de enfrentar el problema urbano por parte de la burguesía dominante y ello se trata de que grandes sectores sociales han sido desplazados del centro de la ciudad hacia la periferia y/o suburbios, excluidos del bienestar que provoca el “centro”, con ello esta manifestación ha sobrepasado el ámbito económico integrándose además en el plano cultural con lo que el movimiento urbano popular ha logrado posicionar su agenda y su lucha paso a paso va cumpliendo objetivos logrando que el tema se escuchado por las clases gobernantes/dominantes.

Pero quizás, lo más importante de lo anterior, es que hay un sustrato de enorme importancia en esta “voz”, lo que nos quiere hacer “escuchar” el sujeto subalterno, es que a través de sus demandas; como la habitación, la respiración de aire puro, el esparcimiento, la ecología, la educación, el descanso, la democracia, está luchando por su dignidad.

De modo general, quien es visualizado como el contrincante directo en una posición de Subalterno/Dominante, es el Estado , sin embargo, detrás de este hay otros que se benefician de la situación, como suelen ser los propietarios del capital inmobiliario, comerciantes ilegales de terrenos urbanos, etc.

Una característica de relevancia en las luchas subalternas por la emancipación, es que pretenden cambios aquí y ahora, en lo cotidiano de las victimas de la opresión y no para un futuro lejano, es decir, la emancipación comienza hoy o nunca (es posible que la salvedad lo constituya el movimiento ecológico que tiene objetivos de más mediano plazo). De este modo luchando, contra la adversidad, con todo el poder económico en contra, los oprimidos van construyendo, día a día, a través de sus resistencias, desde su propio espacio físico, allí donde se encuentran, se reconocen, escuchan y son escuchados, donde tienen la posibilidad de opinar y formar parte de decisiones colectivas, así el sujeto subalterno va preparando la alternativa de sacudirse la dominación, de sublevarse contra la opresión.

Todo lo anterior adquiere especial significación para un continente como el nuestro, en cual nuestra condiciones de subalternidad han permitido que haya sido explotado para el beneficio de todos, menos de sus propios habitantes, como tan bien los describe Eduardo Galeano en su libro “Las Venas Abiertas de América Latina” .

Hay dos formas de expresión de la resistencia del sujeto subalterno que por sus características, permanencia en el tiempo, sus formas de lucha, sus conquistas, sus sacrificios, su martirologio, les convierten en emblemáticos, siendo ellos las del proletariado y el indígena.

Con respecto al proletariado, decir, que no solo está conformado por la clase obrera, sino que también lo componen otros grupos sociales y se les reconoce generalmente por ser aquellos que están desposeídos de los medios de producción. Estos sectores van construyendo sus estructura en la lucha de clases, allí van conformando su conciencia proletaria, que les hace levantar la “voz” con respecto a la opresión. En América Latina en particular, nos vamos a encontrar con formas variadas de existencia de ese proletariado.

Por otra parte, el avance del capitalismo, significa para los indígenas el despojo de sus tierras y la destrucción de su cultura, por ello el rasgo común que representa a la resistencia indígena, es justamente la defensa de su tierra y su cultura y ello ha sido un continuo durante la historia republicana de América Latina. Esta temática resulta fundamental para entender la opresión de las etnias indígenas, los motivos de sus luchas y el desarrollo y evolución del movimiento étnico, el cual a pesar de los exterminios masivos de los que ha sido objeto, sigue vivo, haciéndose “escuchar”, levantando su voz y generando nuevas oportunidades .

Para John Beverley cuando Gayatri Spivak reclamó que el subalterno no puede hablar, ella trataba de decir que el subalterno no puede hablar en una manera que conlleve cualquier forma de autoridad o sentido para nosotros, sin alterar las relaciones de poder/saber que lo constituyen como subalterno. El silencio del subalterno, su aquiescencia o vulnerabilidad, es así, solo desde la perspectiva de la élite. Sin embargo, los pobres (subalternos) también tienen vidas, personalidades, narrativas, mapas cognitivos.

Decía que movimientos como el indígena se hacen escuchar, provocan cambios y generan oportunidades, lo que se dice con ello es que las clases subalternas experimentan la historia y la posibilidad de un cambio histórico, a veces de manera reactiva, reaccionaria, incluso mofándose de algunos símbolos culturales impuestos por las clases dominantes, la rebelión campesina, es en gran parte una insurrección contra la autoridad, de la cultura misma.

Ahora, sin embargo en la capacidad de “habla del sujeto subalterno, adquiere vital importancia el rol de los intelectuales que les representan, que tienen la vivencia del “ser” subalterno, interesante resulta leer a la ya mencionada Rigoberta Menchú, y al chicano norteamericano Richard Rodríguez .

Otra regularidad, para que la fuerza de esta voz subalterna sea más poderosa, más potente, se hace necesaria la interrelación de todos los movimientos sociales y no solamente entendida en el marco país, sino en una regionalización de la insurrección/emancipación, en este caso me refiero específicamente al contexto latinoamericano.

Ya hace más de 30 años, Eduardo Galeano nos planteaba “La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente sobre la conciencia de los hombres”.

TEORIAS DE RUPTURA

TEORÍAS DE RUPTURA

"La década de los sesenta impulsó proyectos explosivos y fabulosos, donde la imagen de que todo era posible, desde la transformación individual hasta la revolución, se llevó al paroxismo" (Godoy, Pedro, 2006)
El termino liberación va a jugar un papel trascendente en la intelectualidad de la época, se habla de teorías de ruptura y cuando hablamos de teorías de ruptura, no está referido ello a una sola idea, sino que es múltiple, considerando por ejemplo, la ruptura con el poder del profesor, con el poder del saber, de la organización administrativa de la escuela y de su entorno, con los métodos de instrucción, etc, en este sentido, mucho de lo que articula la vida de Paulo Freire y en menor medida de Ivan Illich, se encuentra vinculado a la emergente "Teología de la Liberación", ya sea en los ámbitos católicos como protestantes de la región, la educación, vista como el último bastión de la cultura conservadora va a sufrir los ataques de los movimientos sociales y las ideas de estos pensadores revolucionarios, ambos intelectuales se convertirían en mitos y símbolos de la educación crítica. Es así como Freire intervendrá desde la filosofía e Illich desde la cultura.
Pablo Freire, sostiene que la educación no debe darse para llenar de información al hombre, sino que debe darse una concientización, a su parecer la conciencia se profundiza en el desarrollo crítico, la reflexión pedagógica, es el producto de intercambio de saberes. Define la educación liberadora como un proceso diverso de comunicación, creación de cultura, liberación, concientización. La educación es entendida como un proceso de valoración y significación de la cultura popular. El educador ya no es comprendido como el único que educa, sino que en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien al ser educado, también educa. Concientización, desde la perspectiva que el hombre toma conciencia de si mismo y del mundo circundante.
De Illich se puede decir que es el más rupturista de todos los rupturistas, una de sus frases es "Muera la escuela, viva la escuela". De hecho el recomienda el cierre de las escuelas, porque son producto de la hegemonización capitalista, otra de sus frases, reza "cuidado, la escuela no tiene remedio", sugiere destruir la escuela para construir una nueva. Su postura fundamental, es la desescolarización, ya sea la escuela como la Universidad, plantea que es necesaria una revolución cultural, manifestando que la escuela ha caído en la cosificación y para reiniciar la revolución cultural, es estrictamente necesario, cerrar la escuela. Desescolarizar, acabar con todos los vicios, la rutina, hay otros saberes y que resultan más relevantes, a los que la escuela debería poner atención.
Según lo planteado por Illich, la escuela no puede ser la única institución que entregue cultura y para ello establece una jerarquía, en la que en el primer lugar de importancia coloca la familia, en segundo orden a los medios de comunicación, en tercer lugar a los grupos de pares y finalmente a la escuela.
La diferencia entre ellos, es que los cambios planteados por Freire son con y en la escuela, en cambio Illich, prescinde totalmente de ella, pero acaso lo mismo que el planteaba no podría hacerse tanto fuera como dentro de la escuela, en este sentido aunque Freire estaba influenciado por los mismos tipos de debates de la época, nos ofrece una perspectiva absolutamente diferente a la de Illich.
En síntesis, entre ellos un gran diferencia, Freire se apoyaba en una praxis concreta, versus la utopía de Illich. Otra diferencia es el pesimismo con que Illich mira la escuela, en el sentido que no ve ninguna capacidad de recuperarla, utilizando fuertes conceptos, tales como combatirla, destruirla para desescolarizar la sociedad, en cambio en Freire encontramos optimismo, esperanzado en que la escuela puede y es factible de ser cambiada, ya que ella juega un rol preponderante en la transformación de la sociedad, planteando soluciones concretas, siendo el primer paso "la concientización", adquiriendo relevancia la formación del educador.
Ahora, sin lugar a dudas que muchos de los planteamientos de Freire e Illich, que fueron plasmándose en sus escritos, debate, conferencias, etc, todavía nos interpelan, ya sea a los profesores, al sistema educativo, a los dirigentes políticos, a las fuerzas sociales con una gran fortaleza.

lunes, 23 de febrero de 2009

Movimientos Sociales II

“LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN CENTROAMÉRICA II”
(Una mirada a los casos de Nicaragua, Guatemala y El Salvador


Guatemala.

Tras las décadas de rebelión armada contra regímenes militares y del logro de acuerdo de paz para lograr el término de la guerra, los movimientos sociales que tuvieron un rol preponderante para alcanzar la paz e iniciar la democratización, se ven obligados a innovar sus estructuras organizativas a fin de responder a las nuevas situaciones.

Lentamente pero en forma sostenida se han ido creando redes de organizaciones departamentales, integradas por organizaciones de todo tipo, resaltando nítidamente los indígenas, la alianza por la paz y la vida, que en un movimiento que busca alternativas a la explotación capitalista y sus principales acciones se orientan en contra del neoliberalismo.

El movimiento social guatemalteco busca construir un proyecto político, en donde converjan más allá de la problemática indígena, entendiendo que no son los únicos excluidos y abandonados por el Estado.

Se puede decir, casi con certeza, que en la mayoría de las expresiones de los movimientos sociales de Guatemala, la vinculación con los partidos políticos es mínima, buscando su propia ruta y formas de trabajo.

El desempleo ha lanzado a mucha gente a la calle adquiriendo notoriedad una economía informal, como es la de los vendedores ambulantes, allí se produce y comercializa todo tipo de productos, comida ropa, CD, videos, relojes, artesanías, etc.

Ellos han multiplicado sus protestas y demandas, focalizándolas preferentemente en las autoridades municipales, que son sindicadas como culpables en el cierre de sus fuentes de trabajo, y ello frente a alcaldías gobernadas por sectores de la izquierda y derecha. Para hacer frente a estos movimientos, no se han incorporado políticas consistentes, quizás, porque aun no se les reconoce como un actor social emergente, que además se complica por su identidad social y formas de movilización, que bien pueden provocar cambios, o simplemente llevar a un caos.

Movilizaciones notables se han motivado por el rechazo popular y empresarial a los impuestos aprobados por el gobierno, que provoca una acción cruzada, en todas ellas las denuncias de corrupción adquiere gran relevancia.

Los indígenas que constituyen el 60% de la población, por siglos han desarrollado una resistencia, han aprendido a diario con campesinos, obreros, estudiantes y religiosos, temporalmente fueron detenidos en base al exterminio masivo y migración forzada, pero el movimiento continúa desarrollándose, construyendo nuevas oportunidades, sus reivindicaciones son, tierra y cultura. Conspiran en su contra, la postración y la ignorancia a la que han sido sometidos.

Otro movimiento, es el religioso popular, el cual recoge sentimientos de justicia terrenal. En Guatemala surgen los Delegados de la Palabra, quienes incorporan a los indígenas especialmente a los más jóvenes, sus sacerdotes se movilizan por todo el país y a través de su acción evangelizadora mezclan los contenidos religiosos con las actividades económicas, surgiendo, centros de salud, de alfabetización, escuelas, etc., aquí los indígenas se ven valorizados y tratados con dignidad.


El Salvador.

Después de haber protagonizado movilizaciones masivas epopéyicas, que aglutinaron a campesinos, trabajadores, pobladores de los suburbios, maestros, estudiantes, profesionales y técnicos, juntando casi medio millón de personas, el movimiento social entró así en un proceso de aletargamiento o “aguanacamiento”, como lo definen los salvadoreños.

Una de las luchas sociales relevantes se produjo el 2003, cuando médicos y enfermeras vestidos con sus batas salieron a las calles a defender el derecho del pueblo a la salud (“marcha blanca”).

El FMLN, apoyó la lucha del gremio médico, sin encabezarlo, ya que los dirigentes gremiales no se lo permitieron, uno de los resultados de esta “marcha blanca”, fue terminar este proceso de “aguanacamiento”.

Otro actor social inédito en Centroamérica, son los damnificados, que emergen de poblaciones pobres arrasadas por desastres naturales. En El Salvador los terremotos han dejado una cifra aproximada de 250.000 familias sin casa, a ellos se suman los miles más por los ciclones, que devastan las cosechas y provocan hambrunas.

Estas personas con el objetivo de hacer menos torpe y burocrática la distribución de ayudas internacionales para la reconstrucción se han unido a fin de presionar en forma colectiva y organizada a las autoridades centrales y municipales.

Otro movimiento, ha sido el de los patrulleros que eran parte de las redes paramilitares del ejercito, se han transformado en un grupo que subvierte el orden público, están conformados por campesinos empobrecidos.

Sus manifestaciones son violentas y el discurso incendiario de dirigentes y su vinculación al Partido de Conciliación Nacional (PCN) crean serias dudas sobre sus verdaderos propósitos, en ocasiones sus protestas han contribuido a que eventualmente puedan ser utilizadas para restringir la libertad política y la expresión social.

El avance del capitalismo representa para los indígenas, el despojo de sus tierras y la destrucción de su cultura. En 1932, treinta mil campesinos indígenas fueron masacrados, siendo factor importante en la guerra civil que sumió a este país.

Conforme al modo de producción capitalista, este movimiento va cumpliendo su ámbito de acción, provocando transformaciones en su cultura, adquiriendo su movilización, características específicas según el tiempo y lugar.

Las comunidades Eclesiales de Base, surgen como respuesta a un necesidad intrínsecamente religiosa, relacionando con la escasez de curas; como resultado del Concilio Vaticano II, se confía en los fieles determinadas funciones propias de los sacerdotes, son eclesiales porque su razón de ser está en la Iglesia y son de base porque representan a los sectores más pobres del campo y la ciudad.

A diferencia de otros países, la iglesia salvadoreña, incluyendo la jerarquía, estaba más abierta a las propuestas del Concilio Vaticano II, por lo que el compromiso de obispos y sacerdotes con los sectores más desposeídos fue rotundo, esto, desde finales de los ‘70. Se formó a más de quince mil líderes campesinos, las comunidades cristianas de base fueron y lo siguen siendo el lugar de encuentro de los problemas materiales con los espirituales.

Fue tal el compromiso con esta causa, que son abundantes los mártires de la Iglesia salvadoreña, el movimiento religioso popular ofreció un espacio para orientar las luchas del pueblo, elevando su dignidad atropellada y permitiendo alianza entre los diversos sectores.

Nicaragua.

Extrañamente, con todo su historial de luchas y con una revolución que marcó un hito, es en Nicaragua donde el movimiento social autónomo ha sido más lento, se acusó al FSLN, de permitir que el país se haya descapitalizado, hipotecado y puesto en bandeja a las transnacionales.

Los movimientos sociales han apostado ahora, a discutir los temas que preocupan a amplios sectores de la población, creando formas de presión hacia los partidos y los gobiernos, a objeto de instalar en el debate los temas que les preocupan.

Entre ellos, la bancarrota de la economía del café por la caída de los precios internacionales, en donde el estado falló rotundamente en sus políticas de modo de enfrentar esta emergencia, produciéndose un rápido desempleo en el campo, afectando gravemente a los pequeños productores, se agrega a lo anterior las inundaciones y sequías, con efectos trágicos para los sectores rurales.

Como resultado de lo anterior los campesinos han emigrado a la ciudad dando origen a protestas, específicamente en las capitales departamentales nacionales. En el año 2001 realizan lo que se llama la “Marcha del Hambre”, allí los campesinos recibieron ofertas temporales de trabajo, alimento y atención médica, pero de políticas de largo aliento, nada.

En el caso de los movimientos religiosos populares, es importante resaltar que no siempre se expresa de la misma forma, este tenía una dinámica que se manifiesta en sus bases con grados diferentes de organización, tampoco es propiedad de la Iglesia Católica. Se encuentra presente un protestantismo, el cual desarrolla su política al lado de los procesos revolucionarios.

Es así, como en Nicaragua, muchos protestantes internacionalistas, estuvieron con los revolucionarios y muchos perdieron su vida, actuando en consecuencia con su discurso.

Existe una suerte de tendencia diversa entre la Iglesia popular y los sectores pentecostales, en este caso una actitud opuesta a la lucha o reivindicación social, sumiéndolos en un conformismo que les hace aceptar las relaciones sociales existentes, como un sacrificio agradable a los ojos de dios.

Si podemos destacar, que la Iglesia Popular nace en Nicaragua durante la dictadura de los Somoza. Cuando la represión se hizo más dura con el ascenso de la lucha sandinista, la iglesia facilitó sus templos para apoyar la insurrección, después del triunfo de la revolución las comunidades cristianas de base se fortalecieron, incorporándose a las filas del FSLN del gobierno y del ejército en todos sus niveles.

El devenir nos muestra, que se hace absolutamente necesaria una vinculación entre los movimientos sociales, para que ellos tengan un impacto significativo y/o trascendente sobre los países. La tendencia nos dice que el proceso apuntará hacia una relación más estrecha entre los movimientos sociales de nuevos tipo y los que les precedieron, como el de la clase trabajadora, los pobladores, indígenas, etc.

La interrelación de los movimientos sociales, tendrá que ser concluyente para cada país, los procesos que se han venido dando en Nicaragua, Guatemala y El Salvador son una tendencia nítida de la regionalización de las revoluciones continental latinoamericana.

Decimos lo anterior, pues, entre más se introduce uno en el análisis de los movimientos sociales, existen razones para sostener meridianamente la convicción, de que cada uno de ellos, por sí solo, no posee las condiciones que se necesita para provocar cambios en factores como la dominación clasista, los estados de desigualdad.

Otro aspecto observado, es que los movimientos populares, han conseguido cambiar las relaciones de poder, cuando han generado un frente o partido político.

En El Salvador, cuando los sindicatos obreros, de campesinos, de maestros y organizaciones estudiantiles fueron capaces de generar, frentes político-militares, fue posible conseguir cambios fundamentales en la sociedad.

En Guatemala, el movimiento indígena, pudo provocar un cambio en las relaciones de opresión, cuando fue capaz de generar su propia guerrilla.

En Nicaragua, los religiosos, fueron partícipes de las organizaciones político-militares, como único camino posible para llegar a una verdadera opción de justicia social.

De lo anterior, es posible concluir de manera más o menos clara, que el sujeto político vanguardia ha sido una creación de los movimientos populares mismos, adquiriendo la forma de frente político (Nicaragua), alianza y unidad de organizaciones político-militares (El Salvador y Guatemala).

Finalmente, se podría concluir, que los movimientos sociales están mostrando una fase de desarrollo y fortalecimiento, ya sea en las llamados “viejos” como “nuevos”, dejando crecientes grados de participación.

A pesar de las diferencias que se produce entre los países se están provocando procesos integradores y uno de los más fuertes este constituido por los procesos dominantes.

En lo que respecta a los viejos movimientos sociales, se les ve muy activos, pero sobre todo en materias bastante especificas; salariales, políticas macroeconómicas, políticas de privatizaciones.

Los nuevos movimientos sociales están enredados entre la tesis del desarrollo local, de ideas más negociadoras y la tesis del poder dual o paralelo, que implica defender el espacio territorial y las conquistas urbanas sentenciadas en una visión más clasista.

Pero, tanto viejos como nuevos movimientos sociales impactan notoriamente lo local, de hecho las políticas públicas apuntan a satisfacer ese tipo de demandas, el resultado de ellas, o la mayor o menor cuantía, se dará si ellas son negociadas, direccionadas o completamente rechazadas.

Si, lo que es claro, es que viejos y nuevos movimientos sociales en su conjunto, siguen denotando cada día mayores índices de participación.

Movimientos Sociales I

“LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN CENTROAMÉRICA I”
(Una mirada a los casos de Nicaragua, Guatemala y El Salvador)


En esta reflexión explicamos que las luchas sociales en América Latina y particularmente en Centroamérica son producto de la incapacidad que han tenido los diferentes gobiernos de superar las situaciones de inequidad económicas y sociales que han permanecido desde la época colonial. Veremos que el modelo ya instalado en la época colonial deja profundas huellas, un modelo estructurado para un solo fin, que la economía favorezca y potencie a la metrópoli. En algún momento el gran sueño bolivariano quiere oponérsele, pero este era una utopía, el 10% de la población de la época sabe leer, las universidades eran escasas, al igual que los profesores, ¿cómo competir? (o debemos decir, resistir). ¿Cuanto de esto ha cambiado?, acaso no siguen estando presente procesos de exclusión, población que ha pesar de los procesos modernizadores, globalizantes, sigue estando excluida de todo, ¿ha cambiado en algo la situación del indígena?, son preguntas que buscamos resolver. En primer lugar situaremos histórica y socialmente a Centroamérica y en específico a las repúblicas de Nicaragua, Guatemala y El Salvador que se utilizan como ejemplo en la reflexión. Luego, analizaremos los principales movimientos sociales de su génesis hasta los que hoy se mantienen y que se les han denominado nuevos, estableciendo las influencias que probablemente han tenido en las transformaciones de las sociedades latinoamericanas. Veremos que lo que está cambiando, es la capacidad y modos de organizarse que han adoptado los excluidos, los que sienten atropellados sus derechos y de allí la denominación de nuevos movimientos sociales.

Observaremos, que a pesar de la heterogeneidad de los movimientos sociales es necesario que se interrelacionen para generar una sociedad alternativa al capitalismo, que nos lleve a una sociedad con un claro acento de equidad social.

Centroamérica está formado por países como El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Guatemala, en los que se observa la existencia de una gran cantidad de mestizaje producto de su historia, lo que no posibilita tener una identidad cultural, siendo Guatemala la más diversa y fragmentada, se suma a ello la accidentada geografía de la región que dificulta las comunicaciones internas. Estos aspectos han llevado a que su independencia fuese distinta a la de otros países latinoamericanos, más bien fue un traspaso pacífico de colonizador a independentistas, fueron luchas internas entre grupos oligárquicos que buscaban tener el poder absoluto de la región. Desde la independencia hasta hoy Centroamérica no ha logrado tener una economía regional unificada.

Hace 30 años, Centroamérica era una zona consternada por los conflictos políticos, no solamente por la emergente Revolución Sandinista, producto de un extraordinario y potente movimiento de masas y una larga y extenuante lucha guerrillera, sino que además por las crecientes luchas sociales en El Salvador, Honduras y Guatemala, se agrega a ello la participación activa de amplios sectores de Costa Rica, quienes van a solidarizar con la guerrilla nicaragüense.

A fin de explicar los modos de exclusión que operaron desde la colonia en Centroamérica, resulta bastante ilustrativo lo que ocurrió en El Salvador, en donde hasta la mitad del siglo XIX la gran parte de la población era propietaria de la tierra, fuese de manera individual o colectiva, de esta población una cuarta parte estaba compuesta por indígenas.

La economía mayoritariamente de subsistencia, contaba con una producción que le permitía incluso exportar. Estas características hacia mediados de siglo desaparecen y en el caso de el Salvador y otros países centroamericanos se produce un cambio rápido y dramático.

Nuevos modelos económicos aparecen, surgen grandes hacendados constituidos en una elite con enorme poder económico, político y social.

El establecimiento de grandes haciendas se logra a través del despojo de las tierras a sus primitivos dueños, en el último tercio del siglo XIX, enormes masa de población rural sobre todo indígenas son desplazadas de sus tierras. Tampoco son absorbidos como mano de obra, es decir, se agrega a lo anterior un inmenso desempleo.

Estas grandes masas de población, desarraigadas, desempleadas y en la miseria, provoca un miedo de clase a la emergente burguesía y a la oligarquía pre existente, el remedio, conformar estados represivos, apoyados en los militares y que son los motivos que desencadenan los primeros conflictos, rebeliones, masacres que explican en gran medida las guerras civiles y regimenes autoritarios a que se vieron sometidas los países centroamericanos durante el siglo XX.

Dado lo anterior no resulta verdadero instalar el tema de los movimientos sociales como una novedad que recién se nos aparece en América Latina, en circunstancia de que como hemos reseñado ellos tienen algunos siglos de existencia, desde la resistencia indígena a la colonización, las insurrecciones de los esclavos negros y del campesinado, hasta el movimiento obrero y de los barrios de fines del siglo XX y comienzos del XXI, es decir el tema de las luchas sociales latinoamericanas es tan antigua como América Latina misma.

Entendido lo anterior nos sumergiremos en el fenómeno múltiple y variado que se ha extendido por América Latina con la denominación de movimientos sociales, en este contexto, los movimientos sociales que en la actualidad se encuentran presentes en el área internacional y específicamente en la latinoamericana, tienen un protagonismo importante en los escenarios locales.

Se hace necesario para entender este fenómeno, reconocer algunas variables que lo conforman, como por ejemplo la diversidad de sujetos, situaciones históricas, objetivos, formas de organización y liderazgo, concepciones políticas, autodefiniciones y su proyecto.

Una aclaración muy pertinente de hacer, es que este estudio está referido a aquellos movimientos catalogados como populares, ya que existen movimientos sociales que no son populares, sino que corresponden a grupos hegemónicos y/o de poder, en el anverso son populares aquellos que comparten las condiciones de explotación, exclusión y dominación, porque es en ellos justamente en donde encontramos la utopía de una nueva sociedad más justa para América Latina, y en este caso para Centroamérica.

Como ya habíamos dejado entrever, un rasgo común de estos movimientos es que defienden interese específicos de determinados sectores de la sociedad, estos pueden ser intereses de representación especifica como por ejemplo el movimiento campesino y otros en las cuales la motivación es la defensa de intereses generales como movimientos religiosos populares, que más adelante explicaremos con mayor precisión.

Estos movimientos no obedecen a los cánones tradicionales de la sociedad política, no forman parte del sistema estatal, pero sin embargo sus objetivos es lograr transformaciones del Estado, ya sea en forma parcial o total. Cuando estos movimientos son capaces de unificar sus luchas, pueden generar un proyecto transversal, de transformación de la sociedad en forma ya más global, como sucede por ejemplo en Nicaragua (1979), en El Salvador (1995), en los cuales los movimientos se constituyen en uno solo, recibiendo el nombre de Movimiento Popular, en singular y con Mayúscula.

Cuando los movimientos sociales pasan a ser uno, pueden llegar a convertirse en movimientos políticos como lo que sucedió en Nicaragua con el FSLN (Frente Sandinista para la Liberación Nacional) y en El Salvador con el FMLN- FDR (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional – Frente Democrático Revolucionario). Sin embargo continúan manteniendo su condición de movimientos sociales que forman este Movimiento Popular prosiguen y su permanencia apunta a velar porque la toma de las decisiones estatales sean considerados los intereses de los sectores que representan.

Tanto los Movimientos Populares como los sociales se relacionan con clases sociales, aunque el enfrentamiento entre clases adquiere hoy características complejas, disímiles y sutiles. Por lo que no es posible ver un enfrentamiento nítido entre la burguesía y el proletariado. Hechos tan diferentes como terminar con un área verde para levantar una villa, el etnocidio, la violación de los derechos humanos, perdida del valor adquisitivo de los salarios, el desempleo industrial, son detonantes del nacimiento y luchas de los movimientos sociales, aunque al profundizar vislumbramos que en todos ellos el agente causal es la acumulación de capital por parte de la burguesía.

Ya mencionamos en líneas precedentes, que las luchas sociales son tan antiguas como América Latina misma, sin embargo, es a partir de la década de los ‘80, cuando se instala el debate entre viejos y nuevos movimientos, o mejor dicho, este adquiere mayor notoriedad e importancia. Podríamos clasificar como viejos movimientos sociales, al movimiento obrero tradicional (público y privado) y entre los nuevos movimientos sociales se pueden señalar, las relaciones de género, los movimientos étnicos y los temas ambientales.

En los años ‘90 los movimientos sociales conservan una dinámica y característica similares a las de la década anterior, entre estas características se puede señalar con cierta regularidad, que con respecto a la sociedad civil en la cual se constituyen, se relacionarían con las clases y las luchas de clases un proceso en movimiento no siempre organizado, pero sí, con una clara defensa de los intereses específicos de un determinado sector de la sociedad.

Cuando decimos que los movimientos sociales son hoy un fenómeno nuevo en América Latina, se refiere a que antes eran otros los actores sociales protagónicos; es nuevo su contenido, objetivos, sus formas de organizarse y prácticas, también en como definen o se definen sus liderazgos.

La denominación de nuevos, no tiene sentido de antigüedad o modernidad, son nuevos de acuerdo a los principios que hemos enunciados, el movimiento indígena que es el más antiguo, puede ser nuevo si se organiza de acuerdo a los criterios señalados anteriormente, o movimientos tan tradicionales como el campesino y el obrero, también pueden alcanzar la categoría de nuevos de acuerdo a los contenidos y formas de luchas que adquieren.

A modo de síntesis, podríamos señalar que la novedad más importante de los movimientos sociales, es que significan una crítica de la regulación social capitalista como una crítica de la liberación social socialista tal como fue definida por el marxismo, hay un redimensionamiento de lo cotidiano, los que actúan ahora son los grupos sociales, su novedad también tiene que ver no con un rechazo absoluto de la política, sino en la aplicación de la política por sobre el marco liberal de la distinción entre Estado y sociedad civil.

Los movimientos y/o luchas sociales en Centroamérica, y aquí nos centraremos específicamente en los casos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, se desarrollan en un momento histórico caracterizado por elementos similares, entre los que podemos señalar los siguientes:

1. Situaciones de pos guerra.
2. Privatizaciones y tratados de libre comercio.
3. Desempleo e informatización del trabajo.
4. Éxodo de la población hacia EEUU.
5. Dolarización de la economía.
6. Subordinación local frente a las políticas centralistas del Estado.
7. Incremento de la delincuencia, de la vulnerabilidad de los sectores más desposeídos.

Solo con el fin de una contextualización histórica, brevemente resumimos la historia reciente de estos países.

Nicaragua inicia una dinastía dictatorial (Somoza) en 1937. En 1967, asume el poder Anastasio Somoza Debayle (Tachito), en el año 1961 se había fundado el Frente Sandinista para la Liberación de Nacional (FSLN), que en una larga lucha guerrillera logra derrocarlo en 1979, este largo período de dictadura se caracterizo por la violación de derechos humanos, represión brutal a la oposición política de parte de fuerzas militares, corrupción económica y como consecuencia una creciente desigualdad entre los que tienen y los que no tienen. En respuesta al movimiento sandinista, EEUU, financia una lucha antisandinista (Los Contra).

En El Salvador en 1932, un levantamiento popular de campesinos encabezado por Agustín Farabundo Martí, termino con una matanza hubo miles de muertes. Durante décadas un gobierno militar seguía a otro.

En 1981 se crea el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), una coalición de partidos y movimientos de izquierda.

Por 12 años la guerra en El Salvador provocó 75.000 victimas y un millón de exiliados, en 1992 a petición del gobierno salvadoreño, las Naciones Unidas, intervino para efectuar un acuerdo de paz.

Guatemala, al igual que El Salvador, pasa décadas en estado de guerra, guerra contra los campesinos indígenas. Se da entre 50.000 hasta 200.000, como la cifra de victimas de acciones bélicas durante el período 1954 hasta 1996, cuando se firma un acuerdo de paz.

La guerra contra el pueblo en Guatemala también se caracteriza por ejecuciones extrajudiciales, torturas, violaciones, desapariciones, se quemaban pueblos enteros, forzando a los habitantes a mudarse a “aldeas modelos” donde permanecían bajo vigilancia del ejército.

lunes, 8 de diciembre de 2008

¿DE QUE TIPO DE BRECHA DIGITAL ME HABLAN?

¿DE QUÉ TIPO DE BRECHA DIGITAL ME HABLAN?

El impacto de las Capacidades Subjetivas

RESUMEN

Sin lugar a dudas que las nuevas tecnologías crean nuevas libertades y nuevas dependencias, desde esa perspectiva en el siguiente paper, se analiza como la hiperindustria, viene a poner en cuestionamiento nuestros fundamentos, nuestra concepción del tiempo y del espacio, ello particularmente estudiando, el cómo actúa el concepto de subjetividad en el uso de las nuevas tecnologías, en parte del escrito se referirá al caso chileno, sin perder la perspectiva, de que esta, es una situación de carácter global.

En este sentido, se utiliza como elemento vector, la pregunta ¿de qué manera se ve alterada la relación pragmática de los usuarios, respecto de los flujos sígnicos, en un contexto de hiperindustrialización cultural y de qué manera ello, modifica nuestra experiencia?.

Se señalará que uno de los aspectos que ha cambiado en el mundo, es el orden simbólico, es decir, una transformación del lenguaje mismo – el signo y que es la comprensión del espacio temporal (instantaneidad – ubicuidad – desterritorialidad), lo que provoca la desorientación, la sensación de crisis.

Se concluirá, que inevitablemente las nuevas tecnologías están omnipresentes y que es inútil intentar negarse a su trascendencia, “lo que se resiste, solo puede sobrevivir”, por lo demás, la única forma de plantear nuestras ideas, es estar presente en la red y eso implica, manejar y manejarse con los “fierros”.



ABSTRACT


Without dudes the new Technologies create new freedoms and new dependencies, from this perspective in the next paper, its analyze how the hyperindustry, comes to question our fundaments, our conception of time and space, that particularly studying, how a concept of subjectivity acts in the use of new technologies, part of this writing will allude the Chilean case, without losing the perspective, than this, is a situation with global character.

In this sense, is use as a vector element, the question, ¿How is upset de pragmatic relation of users, respect of the Sígn flows, in a context of cultural hyperindustrialization and how that, it modifies our experience?.

It will be mention that one of the aspects that has changed the world, is the symbolic order, that is to say, a transformation of the language itself, the sign and what is the comprehension of the temporary space (instantaneity, ubiquity, without territory), which provokes the disorientation, the sensation of crisis.

Concluding we can say that, inevitably the new technologies are omnipresent and that it is useless try to deny to your trascendency, “what resist, only can survive”, for the rest, the only way of raising our ideas is to be present in the network and implies, to handle and to manage the “Irons”


La realidad actual está marcada por la irrupción de las nuevas tecnologías de información y comunicación, ellas se encuentran presentes ya no solo en las organizaciones más poderosas, sino en la vida cotidiana de cada uno de nosotros.
En el ámbito tecnológico, estamos asistiendo a los mayores cambios que registra la historia, sin que se observen indicios de que ello esté llegando a su fin, muy por el contrario, todo indica, que se intensificará, sin embargo, “la tecnología no es neutra y ejerce un determinismo fuerte sobre los sujetos” y ello ha dado origen a lo que se denomina la Brecha Digital.
Se puede definir la brecha digital como el acceso diferenciado que tienen las personas a la Tecnologías de la Información y Comunicación, así como las diferencias en la habilidad para usar tales herramientas, en el uso actual que les dan y en el impacto que tienen sobre el bienestar; en este ámbito señalar que se reconocen tres dimensiones para la denominada brecha digital, siendo ellas:

• La brecha de acceso material
• Las limitaciones que surgen de las jerarquías sociales en que se reconocen los usuarios, y
• Las diferencias en el uso por razones subjetivas

Tal como está dicho en líneas precedentes la intención de este manuscrito es indagar en el impacto de esta última, ya que la red, es una tecnología que brinda inéditas posibilidades de experimentación subjetiva y por tanto es importante dilucidar cuales son los factores que posibilitan la presencia de la subjetividad en el uso y ello consiste básicamente en la interrogación de los sentidos, las significaciones y los valores éticos y morales que produce una determinada cultura, su forma de apropiación por los individuos y la orientación que efectúan sobre sus acciones prácticas. No existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y la vida social, ni tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad que las sostiene.
“La crisis de la objetividad, entendida como inestabilidad estructural de un sistema, industrial precipitado en una fase de innovación permanente de todo lo que funciona como soporte terciario de la memoria, pero entendida también como crisis de los dispositivos tecnológicos de transmisión de la memoria misma (sistema educativo escolar en particular) es inmediatamente la crisis de la subjetividad”
Como plantea, Jesús Martín Barbero, “la tecnología remite hoy no a la novedad de unos aparatos sino a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras” y es que lo desconocido, como tal, genera temores, aprehensión, inseguridades, pudiera resultar tan majadero como necesario el detenerse a pensar en las nuevas formas de contactarse, de estar en el mundo, posibilitados por las nuevas tecnologías de la comunicación.
Vivimos en un mundo material, incierto, cambiante, es un mundo en permanente riesgo, por ejemplo de la pérdida del trabajo, la familia, “la manifestación más visible y honda de esa disyunción es la presencia cotidiana en la gente, de un sentimiento compartido de impotencia, es decir, de que su trabajo, su entorno y su propia vida, escapan aceleradamente a su control”. Antes estabilidad, el hecho mismo de permanecer en una ciudad para toda la vida, actualmente está significado por la posibilidad y capacidad de adaptación a los cambios, contemplada en términos de fluidez, más que de estabilidad.
Existen creencias de que los flujos que recorren las instituciones producen efectos impredecibles y caóticos. Los espacios, el tiempo, la velocidad crean nuevos parámetros que inciden en las relaciones sociales de los individuos, estableciendo nuevas formas de vínculos y de contextos. Los marcos de actuación social, no solo es que se presentan como inestables, sino que además son escenarios poblados de amenazas. Un horizonte surcado de peligros.
Si en una primera aproximación a la subjetividad, la entendemos como una serie de operaciones que se realizan para instalar un dispositivo, una situación, un mundo, cuáles son entonces las relaciones de poder y las formas de subjetividad y socialidad que instauran los modelos virtuales, “las tecnologías que utilizaremos para interactuar con el mundo virtual tienen una relación dialéctica con la cultura, muchos rasgos del paradigma informacional devienen también de rasgos culturales”
Al parecer la subjetividad se encuentra instalada en este mundo globalizado y profundamente tecnologizado, desde ella, es difícil no visualizar los cambios sin pensar en las pérdidas como referentes permanentes, como dice Beck, vivimos en una sociedad del riesgo. Riesgo y pérdida son dupla inseparable, cambios/nostalgia, lo anterior nos hace caer en el error de realizar entonces lecturas solamente desde lo conocido, desde lo que ya sabemos, de aquello que está franqueado por lo material, por lo sólido, corriendo el riesgo de forzar las teorías para evitar el riesgo del vacío, de lo nuevo, de lo no sabido.
“Los mundos virtuales son nuevos laberintos. Nos enfrentan a experiencias nuevas del espacio y del cuerpo y a paradojas de un género nuevo. Pero sobre todo, nos obligan a un esfuerzo de inteligibilidad, a una mejor comprensión de los lazos y nudos que enlazan las realidades y las apariencias, las ilusiones y los síntomas, las imágenes y los modelos”
Algunos autores hablan del momento actual, señalando que está distinguido por la fluidez, otros hablan de modernidad líquida, (“todo lo sólido se desvanece en el aire”), en contraposición al mundo pasado, suscrito por lo sólido y material, “es que estos son tiempos de mudanzas culturales incomparables con nada que la humanidad haya vivido en el pasado y lo que supuestamente las produce son las TIC, creadoras ellas no solo de un nuevo imaginario, sino también de una nueva figura de la razón”
La gran gama de posibilidades que nos otorga la sociedad virtual, no debe ser considerada únicamente desde el prisma tecnológico, ya que los nuevos modos de significación constituyen una demarcación, una nueva experiencia, nuestro modo de apropiación de los signos, el saber virtual marca una fisura en nuestra cultura, esta nueva condición se aparta de lo racional, de lo objetivo, acercándose mucho más a una experiencia subjetiva, “la desmitificación de la idea de cambio asociada a las nuevas tecnologías permitiría percibirlas como lo que en realidad son: herramientas concretas que pueden ser significados de diversas maneras y utilizadas para distintos fines. Y como se ha visto en los análisis empíricos, mientras más cerca de la experiencia concreta se percibe a las tecnologías, más positiva y confiadamente son observadas”.
En la historia de la humanidad ha sido un hecho repetitivo, de que a cada ventaja que ofrece una tecnología, siempre va acompañada de una desventaja. Sin embargo, ese no es el mayor problema, es que la mayor dificultad radica, en que las ventajas y las desventajas, nunca se reparten en forma pareja entre la población y en cuanto a las nuevas tecnologías, ello resulta más que evidente y esto se inscribe en tres ámbitos; subjetividad/cultura/sociedad.
De manera global en general y en el caso chileno en particular, resulta poco posible que alguien no conozca la trascendencia y la influencia que esta nueva herramienta, está teniendo en la vida de las personas, ya que ellas están redefiniendo la forma de organizar nuestra vida diaria.
Es en este escenario, en que todos deben asumir una posición, posición inicial que es subjetiva y aquí es cuando aparecen las diferencias y vemos como la mitad de la población se siente dentro del mundo de las nuevas tecnologías y la otra mitad fuera y ello nos señala la existencia de dos mundos, cada uno con su propia dinámica y que en muchos de los casos va más allá de disponer o no de las herramientas tecnológicas, su posicionamiento que es subjetivo, puede resumirse en la frase “yo ya me quede fuera y la verdad, no me importa”. Para lo anterior se esgrimen argumentos, tales como el no poseer los recursos económicos, sociales y culturales (ej; dueñas de casa), que les posibiliten el acceso, pero más bien son los tradicionalismos los que no les permiten tomar la decisión, de ser parte de, en lo que resulta ser una automarginación, piensan que este fruto de la modernidad no es para ellos y por lo general son personas con un bajo consumo cultural, lo que implica que la mutación civilizatoria, los cambios de paradigmas y/o sucesos significativos que provocaron cambios profundos en nuestra sociedad no fueron asimilados e internalizados por ellas, lo que provoca su posición subjetiva/negativa.
La Brecha Digital, se compone tanto de la diferencia en recursos objetivos, como de capacidades subjetivas. En el informe de la PNUD se señala, que más que una brecha material vinculada con la posibilidad de acceder o no a equipos físicos; la brecha es sicológica, ya que existe una barrera respecto al uso y al sentido que se le atribuye a la tecnología.
Es que la señalada <> implicó cambios de paradigmas y acontecimientos significativos, que produjeron transformaciones profundas en la sociedad; nuevos espacios de sociabilidad, ausencia de presencia física (marco paradójico presencia/ausencia), nuevos recursos de lenguaje, nuevos códigos y otros, que no pudieron ser acompañados o comprendidos de manera homogénea por todas las personas, lo que provoca algunas continuidades, pero que en definitiva, está marcada por las rupturas.
En consideración a lo anterior, la discusión debiera estar direccionada a superar los enfoques tradicionales que suscriben el problema a sus dimensiones técnico/financiero y darle un tratamiento de manera más holística, desde lo social, político y cultural, de manera de poder dilucidar las implicancias de estas nuevas formas de interacción que están mediadas por la tecnología, que tiene como resultado el sentirse fuera o dentro del mundo de la NTIC, para lo cual resulta conveniente describir y analizar tres capacidades subjetivas esenciales, cuales son, la individualización, poder subjetivo y reflexividad.
Por poder subjetivo, se entiende la percepción de disponer de las capacidades necesarias para concretar los proyectos personales. La reflexividad, es la capacidad de comprender y participar del mundo en que se vive, sobre la base de un manejo eficaz de información y la individualización, que es la capacidad para diseñar por sí y para sí mismos el tipo de vida que se elige con autonomía respecto de los valores tradicionales.
Las nuevas tecnologías, llevan asociados a su utilización significados, que son creados por los discursos publicitarios. Al que accede se la garantiza el éxito individual, al que no accede, se le augura estancamiento y marginación, en ese sentido, este mundo parece ser un aliado del despliegue de los gustos personales, los usuarios pueden construir sus relaciones sociales y su subjetividad con estricto arreglo a sus pretensiones particulares.
La manifestación de la individualidad, es análoga a la opción que da la tecnología de integrarse a comunidades que tienen intereses en común, la mayor orientación hacia la individualización se asocia positivamente al uso de Internet.
El poder subjetivo se asocia fuertemente a la individualización, a la satisfacción con la vida personal y son personas que miran el futuro con gran optimismo, en ese sentido, en la vida cotidiana tienden a pensarse como seres estables, cuyos límites son los que marca el cuerpo y su subjetividad, con un fuerte sentimiento de coherencia y estabilidad a lo largo del tiempo y el espacio.
Las características que definen a las personas que ostentan un alto poder subjetivo, es que piensan que poseen las capacidades educativas necesarias para abrirse a nuevas opciones de desarrollo personal, de que disponen de los recursos materiales necesarios para el logro de sus proyectos y que tienen la capacidad de activar redes de cooperación en el ámbito personal.
La capacidad reflexiva está asociada a un alto consumo cultural, son personas que disfrutan con las posibilidades que otorga internet de estar informado y al día con lo que pasa en el mundo, poseen mayores niveles de poder subjetivo, de sociabilidad y de individualización.
Mirado desde el punto de vista subjetivo, una de las características más importantes de este fenómeno, es que ahora la desigualdad resulta mucho más difícil de aceptar, porque pone en crisis la representación que cada uno tiene de si mismo. Aquellas personas que si disponen de las capacidades subjetivas requeridas para potenciar el uso de la NTIC, se servirán de ellas para incrementar aun más tales capacidades y en aquellas personas que no tienen capacidades, el impacto de las NTIC, operará de manera negativa y contextual, es decir, la complejidad de su vida cotidiana, les impondrá desafíos para los cuales no se encontrarán preparados.
La tecnología no es buena ni mala, ni tampoco neutral, sino más bien, una fuerza que penetra en el mundo de la vida y la mente. <>, en síntesis de nuestras capacidades subjetivas positivas, ¿pero que hacemos con aquellos que no las poseen?
¿Oportunidad o amenaza? Nuevamente la respuesta dependerá del lugar objetivo y subjetivo que cada uno ocupe en el mapa de este nuevo mundo. Me gusta pero me asusta; la ambivalencia de la subjetividad. Si el problema no es la exclusión, ¿cuál es entonces el drama que las nuevas tecnologías atribuyen a la subjetividad. Se las ve como herramientas fascinantes que se instalan en las prácticas cotidianas. Esta oscilación entre oportunidades y amenazas, exige tener un juicio más neutro sobre las nuevas tecnologías.
Lo anterior nos interpela a posibilitar la construcción de políticas de subjetividad, claramente un tema muy complejo, pero que es preciso empezar a desarrollar. Es imprescindible que los sujetos puedan enfrentarse a los riesgos y a las oportunidades. Que resida en ellos la opción de hacer de las tecnologías una herramienta que beneficie su desarrollo, ellos deben aprender a tomar decisiones, y a posicionarse en el uso de las máquinas. Las percepciones subjetivas que provocan las tecnologías pueden ser controladas, y la sociedad y el Estado, por sobre todo, a través de políticas públicas cuentan con capacidades para ello. A este respecto, el sociólogo, M. Castells (Ciudad Informacional), “se muestra contrario a cualquier tipo de determinismo tecnológico, para el la tecnología no determina la organización social, sino que es la propia sociedad y el sistema económico vigente los que se encargan de adaptar a sus nuevas necesidades los avances tecnológicos que van surgiendo”.
La cuestión radica en ¿cómo hacer que la persona aprenda sin entrar en contradicciones con sus subjetividades. Quizás, no existe tal contradicción y es simplemente las dos caras de una misma moneda, la persona aprende y se subjetiva de ambas maneras.
Nunca escuchamos desde la objetividad total, nuestra práctica se asienta en una cosmovisión, en un recorrido teórico tan personal como innegable, en un contexto tecnológico que opera como marco dentro del cual nos movemos más o menos cómodamente. Será preciso entonces encontrar nuevas estrategias que permitan una subjetivación <> y “para ello es preciso observar los caracteres metafísicos de nuestras meta psicologías y mantener una actitud de reconstrucción permanente, de modo de no intentar resolver los renovados problemas que nos imponen las prácticas sociales de hoy, con las preguntas de ayer como herramientas”.
Las formas sociales producen nuevas necesidades subjetivas, la subjetividad socialmente dominante seguramente es producida por los medios y los centros de poder, pero si sabemos hacia donde soplan los vientos, seguramente encontraremos los caminos. La persona debiera construir su identidad desde todos los ámbitos a los que pueda acceder y con los distintos fragmentos que los distintos actores sociales puedan ofrecerles y esta aprehender, reflexionar y crear.


“Por que somos más libres de lo que creemos y no por que estamos determinados, sino por que hay muchas cosas con las que aún podemos romper, para hacer de la libertad un problema estratégico, para crear la libertad. Para liberarnos de nosotros mismos” (Morey Miguel, 1996: 44)


B I B L I O G R A F I A


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viernes, 1 de febrero de 2008

LA MODERNIDAD LATINOAMERICANA

Uno de los síntomas de la modernidad latinoamericana son sus profundas contradicciones y ello sirve de fundamento para la presente reflexión, sin embargo, resulta procedente, antes que todo, hacer un análisis de lo que se entiende por el concepto modernidad y marcar un inicio del momento en que se inicia este proceso.
Ahora, el tema de fondo del presente escrito es analizar que ha ocurrido con el proyecto de la modernidad en nuestra Latinoamérica, para ello, la pregunta central que se intenta responder es, que es lo que se ha dado en nuestro continente ¿modernidad o modernización. En el anterior sentido, cuando nos referimos al concepto modernidad estamos señalando un paradigma dominante, referido a un estilo de vida y una posición filosófica hacia los procesos económicos, sociales y políticos.
Una de las principales características de la modernidad es el énfasis en la utilización de la razón para la construcción del orden social. Obsoleto el fundamento divino como base de la estabilidad social, el desafío de la modernidad era descansar en un pensamiento que sirviera para dar la génesis a un emergente orden en desmedro al viejo.
Es importante destacar que no solo en el contexto latinoamericano, sino que en el mundial, la modernidad nos presenta rasgos contradictorios. Puede presentar una admiración sin límites por las sendas que se abren con el uso de las nuevas tecnologías, pero también la imposibilidad de controlar la utilización de tales recursos, a modo de ejemplo tenemos la muerte de los bosques, ello sucede hace muchos siglos (tala masiva), pero en la actualidad esto es un suceso global, el cual trae repercusiones sociales y políticas absolutamente diferentes.
Otras de las características del proceso de la modernidad, es que es un proyecto universalizante y homogeneizante que intenta producir y reproducir una generalidad en torno a los modelos imperantes .
En palabras de Marshall Berman “la modernidad une a toda la humanidad. No obstante, esta unión es paradójica, es una unión de la desunión: nos arroja a un remolino de desintegración y renovación perpetuas, de conflicto y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es ser parte de un universo en el que como dijo Marx, 'todo lo sólido se desvanece en el aire'”.
Resulta difícil explicar la ambigüedad que ha provocado el proyecto de la modernidad, ya que a pesar del enorme progreso científico y tecnológico, nos invade un sentimiento de angustia, ¿por qué numerosos científicos y pensadores en el mundo tienen una sombra de duda y miran con desconfianza el futuro?, quizás las guerras, catástrofes humanas, genocidios, hacen que lo positivo de la modernidad desaparezca.
En este camino, en los países latinoamericanos se refleja una crisis en los últimos años, en lo económico, político y cultural, diseñándose una compleja problemática social, tales como la hambruna, caída del socialismo real, globalización, entre otros, por ello la “racionalización”, la exclusión que avala la modernización, debe ser objeto de una nueva visión.
A menudo los conceptos de modernidad y modernización han sido utilizados como sinónimos, pero no cabe duda, que son dos cosas diferentes, la complicación estriba en que a la modernidad se le ha confundido con la modalidad capitalista de la modernización , el consumir aparatos de alta tecnología no nos hace modernos, además, de que este tipo de modernización se sustenta en una lógica clasista que excluye a numerosas personas que forman parte de la sociedad.
Según Jesús Martín Barbero “Los discursos se interpelan y entrecruzan pero en sentidos diversos. Mientras en Europa y Estados Unidos los intelectuales y científicos sociales hablan de modernidad, en América Latina los empresarios y políticos hablan de modernización”.
Otra característica de la modernización, es que asume la “racionalidad” como una categoría fundamental y aquí ya podemos elaborar la diferencia sustancial entre modernidad y modernización; la modernización posee connotaciones ideológicas y valorativas coligadas al progreso, se recurre a la racionalidad técnica a fin de alcanzar el progreso, se deja a un lado lo filosófico del hombre, su historicidad, se produce una ruptura con el pasado. La modernidad en cambio, pretende el desarrollo de las instituciones sociales, crear oportunidades para que los seres humanos tengan una existencia segura, pero, también se presenta como un sistema de control, integración y represión, por ello, es de que se habla de una modernidad inacabada.
Los países latinoamericanos han sufrido la instrumentalización de la modernización que al oponer su racionalidad con su historicidad, legitima la avidez del capital y la generación de una economía irrazonable, cuyo único objetivo era incorporarse al desarrollo por medio de una lógica instrumental.
Néstor García Canclini , nos señala que “la hipótesis más reiterada en la literatura sobre la modernidad latinoamericana puede resumirse así; hemos tenido un modernismo exuberante con una modernización deficiente”.
De hecho el proceso de modernidad en nuestro continente es desequilibrado, con un crecimiento desigual. En el año 1920, más de la mitad de la población era iletrada, lo que se ve subrayado en las instancias superiores del sistema educativo. Modernización en un marco tradicional, democratización para minorías, en donde las élites mantuvieron costumbres, políticas y economías híbridas, estos desajustes entre modernismo y modernización son útiles a estas clases dominantes a fin de mantener la hegemonía, quizás, sin tener ni la preocupación de justificarla.
En Chile, por ejemplo, hacia el año 1891, el proceso de modernización denotaba la génesis del desenfreno irracional, cuando liberales de viejo y nuevo cuño se enfrentaban en el nombre de la modernidad para devastarse mutuamente. El discurso de las élites dominantes se fracciona entre lo político, lo económico y lo burocrático.
El discurso civilizador ilustrado de la fracción liberal de la élite y la necesidad de insertarse en el capitalismo mundial, disentían con una oligarquía terrateniente basada en las haciendas rurales y el inquilinaje. Se insertan nuevos modelos de producción, consumo, sociabilidad y cambios de fisonomía y ritmo en la vida urbana. Habría cambios en la naturaleza social, una emergente clase media iniciaba su intervención en la política.
Culturalmente la oligarquía generó patrones extranjerizantes de vida, el ocio, los placeres terrenales, se impusieron el modelo hedonista se reflejó en el afrancesamiento de los palacios de la élite.
Estos son los síntomas del carácter híbrido del proceso y sus caracteres simbólicos que conciben negaciones, donde se encuentran insertos nacionalismo y cosmopolitismo, campo y ciudad, tradición y modernidad, nostalgia romántica y proyecto positivista, en definitiva: modernidad y/o no modernidad.
Estos conceptos de hibrides lo vemos también en México. Desde el punto de vista económico y político, este país ha pasado por un proceso de descentralización, circunscribiendo la ascendencia de la capital debido a la mayor dinámica de las regiones fronterizas. Desde la revolución mexicana se había arraigado un pensamiento de integración entrelazada de fisonomías ficticias, históricas y étnicas. El remedo primero de la manera europea y al punto de la norteamericana definió la ruta que tomó el país para lograr participar en el mundo moderno.
Públicamente el discurso hablaba de un núcleo de identidad efectiva y desarrollaba la conciencia nacional a través de una política cultural sistemática. El problema del indígena se le considera solucionado por medio de la usurpación de su pasado, sin embargo, no se logra una vía hacia la autenticidad la cual fracasa ante las estructuras políticas.
En 1968, una violenta contención de revueltas de estudiantes coloca una nube sobre la pretendida modernidad de ese país, una modernidad desconcertante, ésta movilización estudiantil y su represión le arrebató la aparente ingenuidad al proyecto nacional de unificación cultural que había sido delimitado como prioridad nacional. La insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el sur del país con la exigencia de más justicia y democracia ensombreció el comienzo del Tratado Económico de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), e hizo evidentes las incongruencias existentes.
Aquí otra vez se me hace necesario recordar lo manifestado por Néstor García, de que las sociedades latinoamericanas se caracterizan por un modernismo exuberante pero al mismo tiempo, por una modernización incompleta.
Otro ejemplo lo podemos encontrar en El Salvador. En este país a mediados del siglo XIX, gran parte de la población era dueña de la tierra, ya sea en forma individual o colectiva, existían algunas grandes haciendas pero sin monopolios, economía rural, los indígenas eran una cuarta parte de la población y trabajaban tierras comunales o en sus propias parcelas. La economía mayoritariamente de subsistencia, abastecía de forma bastante holgada los mercados mundiales, aprovechando de explotar el índigo que crecía sin mayor dificultad prácticamente por todo el país. Tales características se conservaron por un buen tiempo, sin embargo, hacia el año 1850 iban a esfumarse. El Salvador estaba en el principio de un cambio que se iba a producir vertiginosa y trágicamente.
“El Salvador, una de las nuevas naciones que fuera una vez abandonada por el imperio español, nos entrega un sorprendente ejemplo de rápido y profundo cambio. Además su experiencia de progreso y modernización acompañada del creciente empobrecimiento de la mayoría de los habitantes nos ilustra como una nación latinoamericana se pudo modernizar sin llegar a desarrollarse”. (Burns Bradford, “La Modernización del Subdesarrollo”)
Que ocurrió, las bases económicas del pasado colonial se mantuvieron durante la primera mitad del siglo XIX. El índigo demandaba fuerza laboral permanente y estacional. Con posterioridad a 1858, nuevos modelos socioeconómicos entraron en vigencia. La élite encontró un nuevo cultivo, el café, que se podía vender lucrativamente. Desde el gobierno se estimuló su producción, de partida, el cuidado, fertilización y conservación de la tierra era diferente, el índigo crecía sin necesidad de un gran cuidado.
Los sucesivos gobiernos estimularon la concentración de la tierra y se produjo un veloz cambio, en 1879, solo una cuarta parte de las tierras eran parte de las aldeas, la mayoría de las fincas cafetaleras continúan despojando de sus tierras a los pequeños campesinos. Un gobierno al servicio de los hacendados favoreció la modernización de la infraestructura (sobre todo al servicio de la industria cafetalera), capitales ingleses, permiten un embrionario sistema de ferrocarril, hacia 1910, las principales calles de San Salvador fueron pavimentadas y la electricidad iluminaba la ciudad, el pináculo de la bonanza alcanzó su apogeo hacia 1930.
Sin embargo la élite y el gobierno eran absolutamente dependientes de los ingresos de la producción y rentabilidad del café, con los riesgos que obviamente involucra ser monoproductor. En efecto El Salvador poseía muchas ventajas para este cultivo, pero no era el único país en la región que lo producía. El precio cayó bruscamente (1928 $ 15,75 – 1932 $ 5,97). Se vino la crisis económica y una brutal cesantía, los problemas revelaron una economía modernizada pero subdesarrollada, economía que sirvió a los extranjeros pero no a las necesidades de su pueblo.
Resulta procedente quizás, recurrir aquí a las palabras de Eduardo Galeano (Las Venas Abiertas de América Latina, 1993) que a pesar del tiempo aportan al debate “el sistema es muy racional desde el punto de vista de sus dueños extranjeros y de nuestra burguesía de comisionistas, que ha vendido el alma al Diablo a un precio que hubiera avergonzado a Fausto. Pero el sistema es tan irracional para todos los demás que cuanto más se desarrolla más agudiza sus desequilibrios y sus tensiones, sus contradicciones ardientes”.
Si el modernismo no es el enunciado de la modernización socio económica, sino de la forma en que las clases dominantes se hacen la obligación de la encrucijada de disímiles temporalidades históricas y pretenden construir con ellas un proyecto global, ¿cuáles son esas temporalidades en América Latina? Y qué contradicciones genera esa intersección.
Establecidos en naciones al compás de su metamorfosis en “países modernos”, no es raro que una de las dimensiones más contradictorias de la modernidad latinoamericana se ubique en torno a lo internacional y sus desacoples con lo nacional.
La cuestión en definitiva no se encuentra en que en Latinoamérica se haya cumplido mal y tardíamente un modelo de modernización y que en Europa se habría realizado de manera impecable, ni tampoco significa buscar un paradigma alternativo. Quizás la incomodidad con la modernidad se trata de las “optimizadas imágenes” que de ella nos hicimos los latinoamericanos, viendo en este modelo europeo una ordenación con un profundo nivel de pureza y homogeneización, sin embargo, para una gran cantidad de historiadores europeos la modernidad no caminó nunca en Europa como un proceso indisoluble, integrado y coherente, sino híbrido y disparejo, ubicado en el espacio entendido entre un pasado clásico (todavía presente), un presente técnico (ambiguo) y un futuro político aun impensado.
Lo anterior nos hace reflexionar acerca de la tortuosa modernidad latinoamericana, considerando los modernismos como tentativas de inmiscuirse en el cruce de un orden dominante semi oligárquico, una economía capitalista semi industrializada y movimientos sociales transformadores.
La modernidad en Latinoamérica se llevó a cabo en oleadas modernizadoras insertas en crisis agudizadas, incoherencia exasperante entre discurso y realidad, caracterizada como un proceso de occidentalización, lo que generó cambios sociales y por sobre todo exigencias culturales originando efectos desastrosos y demoledores en los modos tradicionales, como se evidenció en los tres ejemplos , señalados en líneas anteriores (Chile, México y El Salvador), favoreciendo un sistema valórico adaptado a las ideas de trabajo y éxito.
Cuando los latinoamericanos definimos una modernidad por su grado de racionalización, dejamos de lado los actores sociales que forman parte de este proceso, equivocando el camino. Aquí se viene a la mente lo planteado por Touraine, quien afirma que “actualmente, la imagen más visible de la modernidad es una imagen de vacío, de un poder sin centro, de una economía fluida, una sociedad de intercambios mucho más que de producción. En suma, la imagen de la sociedad moderna es la de una sociedad sin actores”.
La verdadera modernidad no está en relación con la posesión de bienes materiales y tecnológicos, es decir, ella no se da en términos materiales, sino en la determinación humana, en el terreno de la espiritualidad, la verdadera modernidad debe darse en el interior del hombre y no en las “cosas” que posea o pueda llegar a poseer.
Según Moreiras, es función de la crítica cultural latinoamericana contribuir a que América Latina se desplace hacia la modernidad. Modernidad e Identidad, son dos proyectos complementarios a la reflexión crítica, el “regionalismo crítico”, se conformaría en el espacio de resistencia a las formas pos contemporáneas del progreso modernizante, hegemonía corporativa y la estandarización de los productos de consumo y los estilos de vida.

Es la consideración fundamental de lo humano lo que nos lleva a un replanteamiento del tiempo en que existimos y de lo que debemos y tenemos que “ser”, es por ello, que no se puede imaginar modernidad sin racionalización, pero menos todavía sin la formación de un sujeto que se sienta responsable de si mismo, de esa sociedad de la que es parte, debemos aspirar a una sociedad moderna, constructiva, que convierte lo antiguo en moderno sin destruirlo, con “actores” y sin olvidar la creatividad humana.

viernes, 30 de noviembre de 2007

IDENTIDAD & MODERNIDAD





“Hoy una parte del mundo se repliega en la defensa y en la búsqueda de su identidad nacional, colectiva o personal, en tanto que otra parte, por el contrario, solo cree en el cambio permanente y ve el mundo como un supermercado en el que aparecen sin cesar nuevos productos. Para otros el mundo es una empresa, una sociedad de producción, mientras que otros, finalmente son atraídos por lo no social, ya se le llame el ser o el sexo”


El objetivo del presente documento es analizar y describir la relación entre la modernidad e identidad. Ante ello señalar que una de las características del proceso de la modernidad, es que es un proyecto universalizante y homogeneizante, que intenta producir y reproducir una generalidad en torno a los modelos imperantes, en palabras de Marshall Berman, la modernidad une a toda la humanidad. No obstante, esta unión es paradójica, es una unión de la desunión, nos arroja a un remolino de desintegración y renovación perpetuas, de conflicto y contradicción, de ambigüedad y angustia, ser modernos, es ser parte de un universo, en el que como planteaba Marx, <>.

La dimensión transnacional de la transformación cultural (inmigración, desplazamiento, etc) convierte el proceso de la traducción cultural en una forma compleja de significación, sin embargo, no es posible, que alguien no tenga identidad. Nosotros como latinoamericanos, tenemos una identidad, pero la identidad no es per se, sino que ella es cambiante, está en permanente construcción . La identidad es un tema que permanentemente está construyéndose, está expresada en un contexto histórico, por lo tanto, no es estática, es decir, va cambiando y no solo se manifiestan las formas pasadas de reconocerse, sino que también, es un proyecto de futuro.

“Tanto la modernidad como la identidad en América Latina, son procesos que se van construyendo históricamente y que no implican necesariamente una disyuntiva radical, aunque pueden existir tensiones entre ellas”


Para Santiago Castro la modernidad tuvo siempre una tendencia hacia la mundialización de la acción humana a la vez que Rossana Requillo, plantea que si algún merito ha tenido la globalización, es precisamente el de haber vuelto visible la diferencia, ya que la modernidad sería el agente culpable de haber enmascarado los rasgos de una identidad propiamente latinoamericana. Lo que el <> intenta resistir son las <> del progreso modernizante, modernización global, hegemonía transnacional y la estandarización universal de los estilos de vida.

La globalización no es solamente económica, sino que también es cultural, comunicacional y en alguna medida política y medioambiental, este sistema globalizador, tiene otro rasgo predominante, el de la integración. La globalización está unida no solo a una homogeneización, sino que de igual modo a una fragmentación de los espacios sociales existentes. La ilusión de pertenecer a dos países, el natal y el del deseado estilo de vida, determina las nuevas costumbres y hábitos de la población, un claro signo de la forzosa des-nacionalización de los ámbitos culturales.

Asistimos a un momento sintomático para pensar las razones de las crisis y para pensar una solución. Es importante, entonces presentar los supuestos filosóficos de la actualidad y vincularlos con otras transformaciones culturales, al menos cercanas temporalmente, para poder comprender si el concepto de identidad cultural tiene vigencia o si definitivamente, se ha tornado también el, prescindible.

Modernidad e Identidad han dejado de ser objetos eficientes, no se debe insistir en lo que no puede llegar a ser, en lo impresentable, la presencia se desvanece (todo lo sólido…)

Esta caracterización muestra una clara oposición al proyecto moderno de cultura y con él, un cuestionamiento a la noción de identidad cultural. Lo cierto es que esto resulta de múltiples transformaciones culturales vividas por occidente, desde la mitad del siglo XX.

De esto se deriva la necesidad para muchas naciones de redefinir su identidad y ante todo, en lo posible llenar con nuevos contenidos aquellas instituciones y tradiciones huecas por dentro, que eran constitutivas de esa identidad. El discurso identitario oficial, expresa la concepción de país, de mundo, de la clase dominante que busca legitimarse en el poder, estableciendo vínculos desde lo histórico con un pasado que justifique su presencia como eje hegemónico en una sociedad, desde el poder emanaran formas de ver y vernos como nación. La hegemonía exige iteración y alteridad para ser efectiva, para ser productivo de poblaciones politizadas: el bloque simbólico social necesita representarse en una voluntad colectiva solidaria, una imagen moderna del futuro, para que esas poblaciones produzcan un gobierno progresista.


“sin el concurso de las ciencias sociales, el Estado Moderno no se hallaría en la capacidad de ejercer control sobre la vida de las personas, definir metas colectivas a largo y corto plazo, ni de construir y asignar a los ciudadanos una identidad cultural”

La modernidad es el área fronteriza en la que se conectan áreas culturales, pensamientos, proyectos y agendas muy diversos, en este sentido una zona de intercambio, empréstitos y negociaciones en la que América Latina, debió volver a definir su lenguaje, sus símbolos y su destino histórico, de cara, tanto a sus pulsiones y urgencias interiores como a los desafíos de la transnacionalización y de la integración occidentalista.

Al decir de Jorge Larraín, la polaridad entre modernidad e identidad, por lo tanto, ha continuado en el imaginario social, mientras en la práctica nuestra identidad y modernidad continúan construyéndose estrechamente ligadas. La modernidad no es solamente un espacio o un estado al que se puede entrar cuando se desee, ni salir cuando sea necesario, sino más bien una condición que abarca todo y que por eso se somete a una constante búsqueda definitoria, los límites considerados hasta ahora como obvios se desvanecen, se definen y revisen nuevas delimitaciones.

Si la modernidad en América Latina ha fracasado, ¿porqué anhelamos tanto entrar a un área que nos ha expulsado?, la crisis de la modernidad trajo consigo a su vez, la crisis de sentido del hombre moderno, el movimiento moderno ha estado caracterizado por los conflictos de identidad, hoy día, no somos una identidad, somos múltiples, a la vez que la aparición de identidades hibridas y nuevas identidades, destaca con ello, la crisis de las identidades tradicionales.

La elaboración de sentido se diversifica al compás del procesamiento del consumidor y al tránsito de las formas y por otro lado se homogeniza en la medida que lo utilitario irrumpe en el mundo sensible. El mismo sentido de la emancipación se sustrae de los grandes proyectos colectivos y se reparte en miles de identidades grupales, esquirlas de utopía que ya no difieren a la eternidad del futuro, sino que se intensifican en la complicidad del instante. Las hibridaciones nos hacen concluir que hoy todas las culturas son de frontera. Las culturas pierden relación exclusiva con su territorio, pero ganan en comunicación y conocimiento.

En el contexto latinoamericano el debate ha estado cruzado por el debate de la identidad y la diferencia, la dicotomía entre lo original y la copia, el pensamiento latinoamericano nace con la marca de la hibrides, es una modernidad anómala ya que no tiene una historia como la europea.

Lo hibrido designa una luminosidad, una materia cuya existencia exhibe la afirmación dual de una sustancia y su falta de identidad. Lo hibrido siempre ha existido y va a existir en las sociedades en general. Habría que preguntarse, si toda la cultura, no es acaso, simplemente una mixtura hibrida y con ello, señalar que no hay culturas que no sean hibridas y que son propias de cualquier proceso cultural y en cualquier tiempo histórico.


“Es un mundo extraño, más poroso y más refractario, con mucho flujo y poco stock. Los huesos de Nietzsche y de Marx resuenan junto en este nuevo baile de final abierto”

Los estudios sobre narrativas identitarias hechos desde orientaciones teóricas, que tomen en consideración los procesos de hibridación, exponen que no es posible hablar de las identidades como solo si se tratara de un conjunto de rasgos fijos, ni afirmarlos como atributo de una etnia o nación.

Cuando por fin la modernidad política y económica empezó a introducirse en la práctica durante el siglo XX, surgen sin embargo las dudas culturales acerca de si realmente podíamos modernizarnos apropiadamente o de si era atinado que lo concibiéramos siguiendo los estándares europeos y norteamericanos.

Las sociedades latinoamericanas se caracterizan por un modernismo exuberante, pero al mismo tiempo, por una modernización incompleta. Los límites tradicionales entre lo culto, lo popular y lo masivo se borran cada vez más. Surgen formaciones hibridas entre todas las capas sociales, en todos los lugares, el hombre nace, trabaja, rie y muere de la misma forma, esta postura universalista constituye una unidad mítica que es explorada por la publicidad y por las firmas transnacionales.

A lo que ahora asistimos es a la conformación y reforzamiento de poderosos conglomerados multimediales que manejan a su antojo y conveniencia, en unos casos la defensa interesada del proteccionismo, sobre la producción cultural nacional y en otros, la apología de los flujos transnacionales.

Es en la ciudad y en las culturas urbanas, mucho más que en el Estado nacional, donde se cimientan las nuevas identidades, hechas de imaginarias nacionales, tradiciones locales y flujos de información transnacionales y donde se configuran nuevos modos de representación y participación política, es decir, nuevas modalidades de ciudadanía.

De acuerdo con Néstor García Canclini, asistimos a una nueva escena sociocultural en que la vida cotidiana ha sido modificada desde sus cimientos al existir un redimensionamiento de las instituciones y los circuitos de ejercicio de lo público.

Se trata de reconfigurar la realidad. De hecho, hoy se oyen voces que claman seguridad, respeto, orden, que quieren ser tolerantes sin verse maltratadas. Estos son vestigios inconfundibles de una identidad que no quiere ser asfixiada y que quiere recuperar la desagradable idea de que el <> sea el enemigo.

Es la existencia del otro lo que me permite definirme, la alteridad, lo alterno, es lo que me hace otro. Si la ideología deforma y la utopía está en retirada, se trata de alcanzar la convicción desde uno mismo, de que las soluciones de los problemas son posibles, sin soluciones irracionales o teñidas de odio, sino respetuosas de la vida por sobre todas las cosas, ya que no hay identidad, donde no hay vida.

Finalmente plantear, que la identidad esta hecha de fragmentos, los que van conformando nuestra identidad general, “muchas veces tendemos a imaginar las sociedades modernas como un organismo anómico. La fragmentación sería su característica principal. En la multitud solitaria, el hombre caminaría sin sentido en las redes de su irracionalidad. No obstante, basta que miremos hacia los <> para que percibamos como en esos espacios serializados, el orden se instala en plenitud” .