lunes, 8 de diciembre de 2008

¿DE QUE TIPO DE BRECHA DIGITAL ME HABLAN?

¿DE QUÉ TIPO DE BRECHA DIGITAL ME HABLAN?

El impacto de las Capacidades Subjetivas

RESUMEN

Sin lugar a dudas que las nuevas tecnologías crean nuevas libertades y nuevas dependencias, desde esa perspectiva en el siguiente paper, se analiza como la hiperindustria, viene a poner en cuestionamiento nuestros fundamentos, nuestra concepción del tiempo y del espacio, ello particularmente estudiando, el cómo actúa el concepto de subjetividad en el uso de las nuevas tecnologías, en parte del escrito se referirá al caso chileno, sin perder la perspectiva, de que esta, es una situación de carácter global.

En este sentido, se utiliza como elemento vector, la pregunta ¿de qué manera se ve alterada la relación pragmática de los usuarios, respecto de los flujos sígnicos, en un contexto de hiperindustrialización cultural y de qué manera ello, modifica nuestra experiencia?.

Se señalará que uno de los aspectos que ha cambiado en el mundo, es el orden simbólico, es decir, una transformación del lenguaje mismo – el signo y que es la comprensión del espacio temporal (instantaneidad – ubicuidad – desterritorialidad), lo que provoca la desorientación, la sensación de crisis.

Se concluirá, que inevitablemente las nuevas tecnologías están omnipresentes y que es inútil intentar negarse a su trascendencia, “lo que se resiste, solo puede sobrevivir”, por lo demás, la única forma de plantear nuestras ideas, es estar presente en la red y eso implica, manejar y manejarse con los “fierros”.



ABSTRACT


Without dudes the new Technologies create new freedoms and new dependencies, from this perspective in the next paper, its analyze how the hyperindustry, comes to question our fundaments, our conception of time and space, that particularly studying, how a concept of subjectivity acts in the use of new technologies, part of this writing will allude the Chilean case, without losing the perspective, than this, is a situation with global character.

In this sense, is use as a vector element, the question, ¿How is upset de pragmatic relation of users, respect of the Sígn flows, in a context of cultural hyperindustrialization and how that, it modifies our experience?.

It will be mention that one of the aspects that has changed the world, is the symbolic order, that is to say, a transformation of the language itself, the sign and what is the comprehension of the temporary space (instantaneity, ubiquity, without territory), which provokes the disorientation, the sensation of crisis.

Concluding we can say that, inevitably the new technologies are omnipresent and that it is useless try to deny to your trascendency, “what resist, only can survive”, for the rest, the only way of raising our ideas is to be present in the network and implies, to handle and to manage the “Irons”


La realidad actual está marcada por la irrupción de las nuevas tecnologías de información y comunicación, ellas se encuentran presentes ya no solo en las organizaciones más poderosas, sino en la vida cotidiana de cada uno de nosotros.
En el ámbito tecnológico, estamos asistiendo a los mayores cambios que registra la historia, sin que se observen indicios de que ello esté llegando a su fin, muy por el contrario, todo indica, que se intensificará, sin embargo, “la tecnología no es neutra y ejerce un determinismo fuerte sobre los sujetos” y ello ha dado origen a lo que se denomina la Brecha Digital.
Se puede definir la brecha digital como el acceso diferenciado que tienen las personas a la Tecnologías de la Información y Comunicación, así como las diferencias en la habilidad para usar tales herramientas, en el uso actual que les dan y en el impacto que tienen sobre el bienestar; en este ámbito señalar que se reconocen tres dimensiones para la denominada brecha digital, siendo ellas:

• La brecha de acceso material
• Las limitaciones que surgen de las jerarquías sociales en que se reconocen los usuarios, y
• Las diferencias en el uso por razones subjetivas

Tal como está dicho en líneas precedentes la intención de este manuscrito es indagar en el impacto de esta última, ya que la red, es una tecnología que brinda inéditas posibilidades de experimentación subjetiva y por tanto es importante dilucidar cuales son los factores que posibilitan la presencia de la subjetividad en el uso y ello consiste básicamente en la interrogación de los sentidos, las significaciones y los valores éticos y morales que produce una determinada cultura, su forma de apropiación por los individuos y la orientación que efectúan sobre sus acciones prácticas. No existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y la vida social, ni tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad que las sostiene.
“La crisis de la objetividad, entendida como inestabilidad estructural de un sistema, industrial precipitado en una fase de innovación permanente de todo lo que funciona como soporte terciario de la memoria, pero entendida también como crisis de los dispositivos tecnológicos de transmisión de la memoria misma (sistema educativo escolar en particular) es inmediatamente la crisis de la subjetividad”
Como plantea, Jesús Martín Barbero, “la tecnología remite hoy no a la novedad de unos aparatos sino a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras” y es que lo desconocido, como tal, genera temores, aprehensión, inseguridades, pudiera resultar tan majadero como necesario el detenerse a pensar en las nuevas formas de contactarse, de estar en el mundo, posibilitados por las nuevas tecnologías de la comunicación.
Vivimos en un mundo material, incierto, cambiante, es un mundo en permanente riesgo, por ejemplo de la pérdida del trabajo, la familia, “la manifestación más visible y honda de esa disyunción es la presencia cotidiana en la gente, de un sentimiento compartido de impotencia, es decir, de que su trabajo, su entorno y su propia vida, escapan aceleradamente a su control”. Antes estabilidad, el hecho mismo de permanecer en una ciudad para toda la vida, actualmente está significado por la posibilidad y capacidad de adaptación a los cambios, contemplada en términos de fluidez, más que de estabilidad.
Existen creencias de que los flujos que recorren las instituciones producen efectos impredecibles y caóticos. Los espacios, el tiempo, la velocidad crean nuevos parámetros que inciden en las relaciones sociales de los individuos, estableciendo nuevas formas de vínculos y de contextos. Los marcos de actuación social, no solo es que se presentan como inestables, sino que además son escenarios poblados de amenazas. Un horizonte surcado de peligros.
Si en una primera aproximación a la subjetividad, la entendemos como una serie de operaciones que se realizan para instalar un dispositivo, una situación, un mundo, cuáles son entonces las relaciones de poder y las formas de subjetividad y socialidad que instauran los modelos virtuales, “las tecnologías que utilizaremos para interactuar con el mundo virtual tienen una relación dialéctica con la cultura, muchos rasgos del paradigma informacional devienen también de rasgos culturales”
Al parecer la subjetividad se encuentra instalada en este mundo globalizado y profundamente tecnologizado, desde ella, es difícil no visualizar los cambios sin pensar en las pérdidas como referentes permanentes, como dice Beck, vivimos en una sociedad del riesgo. Riesgo y pérdida son dupla inseparable, cambios/nostalgia, lo anterior nos hace caer en el error de realizar entonces lecturas solamente desde lo conocido, desde lo que ya sabemos, de aquello que está franqueado por lo material, por lo sólido, corriendo el riesgo de forzar las teorías para evitar el riesgo del vacío, de lo nuevo, de lo no sabido.
“Los mundos virtuales son nuevos laberintos. Nos enfrentan a experiencias nuevas del espacio y del cuerpo y a paradojas de un género nuevo. Pero sobre todo, nos obligan a un esfuerzo de inteligibilidad, a una mejor comprensión de los lazos y nudos que enlazan las realidades y las apariencias, las ilusiones y los síntomas, las imágenes y los modelos”
Algunos autores hablan del momento actual, señalando que está distinguido por la fluidez, otros hablan de modernidad líquida, (“todo lo sólido se desvanece en el aire”), en contraposición al mundo pasado, suscrito por lo sólido y material, “es que estos son tiempos de mudanzas culturales incomparables con nada que la humanidad haya vivido en el pasado y lo que supuestamente las produce son las TIC, creadoras ellas no solo de un nuevo imaginario, sino también de una nueva figura de la razón”
La gran gama de posibilidades que nos otorga la sociedad virtual, no debe ser considerada únicamente desde el prisma tecnológico, ya que los nuevos modos de significación constituyen una demarcación, una nueva experiencia, nuestro modo de apropiación de los signos, el saber virtual marca una fisura en nuestra cultura, esta nueva condición se aparta de lo racional, de lo objetivo, acercándose mucho más a una experiencia subjetiva, “la desmitificación de la idea de cambio asociada a las nuevas tecnologías permitiría percibirlas como lo que en realidad son: herramientas concretas que pueden ser significados de diversas maneras y utilizadas para distintos fines. Y como se ha visto en los análisis empíricos, mientras más cerca de la experiencia concreta se percibe a las tecnologías, más positiva y confiadamente son observadas”.
En la historia de la humanidad ha sido un hecho repetitivo, de que a cada ventaja que ofrece una tecnología, siempre va acompañada de una desventaja. Sin embargo, ese no es el mayor problema, es que la mayor dificultad radica, en que las ventajas y las desventajas, nunca se reparten en forma pareja entre la población y en cuanto a las nuevas tecnologías, ello resulta más que evidente y esto se inscribe en tres ámbitos; subjetividad/cultura/sociedad.
De manera global en general y en el caso chileno en particular, resulta poco posible que alguien no conozca la trascendencia y la influencia que esta nueva herramienta, está teniendo en la vida de las personas, ya que ellas están redefiniendo la forma de organizar nuestra vida diaria.
Es en este escenario, en que todos deben asumir una posición, posición inicial que es subjetiva y aquí es cuando aparecen las diferencias y vemos como la mitad de la población se siente dentro del mundo de las nuevas tecnologías y la otra mitad fuera y ello nos señala la existencia de dos mundos, cada uno con su propia dinámica y que en muchos de los casos va más allá de disponer o no de las herramientas tecnológicas, su posicionamiento que es subjetivo, puede resumirse en la frase “yo ya me quede fuera y la verdad, no me importa”. Para lo anterior se esgrimen argumentos, tales como el no poseer los recursos económicos, sociales y culturales (ej; dueñas de casa), que les posibiliten el acceso, pero más bien son los tradicionalismos los que no les permiten tomar la decisión, de ser parte de, en lo que resulta ser una automarginación, piensan que este fruto de la modernidad no es para ellos y por lo general son personas con un bajo consumo cultural, lo que implica que la mutación civilizatoria, los cambios de paradigmas y/o sucesos significativos que provocaron cambios profundos en nuestra sociedad no fueron asimilados e internalizados por ellas, lo que provoca su posición subjetiva/negativa.
La Brecha Digital, se compone tanto de la diferencia en recursos objetivos, como de capacidades subjetivas. En el informe de la PNUD se señala, que más que una brecha material vinculada con la posibilidad de acceder o no a equipos físicos; la brecha es sicológica, ya que existe una barrera respecto al uso y al sentido que se le atribuye a la tecnología.
Es que la señalada <> implicó cambios de paradigmas y acontecimientos significativos, que produjeron transformaciones profundas en la sociedad; nuevos espacios de sociabilidad, ausencia de presencia física (marco paradójico presencia/ausencia), nuevos recursos de lenguaje, nuevos códigos y otros, que no pudieron ser acompañados o comprendidos de manera homogénea por todas las personas, lo que provoca algunas continuidades, pero que en definitiva, está marcada por las rupturas.
En consideración a lo anterior, la discusión debiera estar direccionada a superar los enfoques tradicionales que suscriben el problema a sus dimensiones técnico/financiero y darle un tratamiento de manera más holística, desde lo social, político y cultural, de manera de poder dilucidar las implicancias de estas nuevas formas de interacción que están mediadas por la tecnología, que tiene como resultado el sentirse fuera o dentro del mundo de la NTIC, para lo cual resulta conveniente describir y analizar tres capacidades subjetivas esenciales, cuales son, la individualización, poder subjetivo y reflexividad.
Por poder subjetivo, se entiende la percepción de disponer de las capacidades necesarias para concretar los proyectos personales. La reflexividad, es la capacidad de comprender y participar del mundo en que se vive, sobre la base de un manejo eficaz de información y la individualización, que es la capacidad para diseñar por sí y para sí mismos el tipo de vida que se elige con autonomía respecto de los valores tradicionales.
Las nuevas tecnologías, llevan asociados a su utilización significados, que son creados por los discursos publicitarios. Al que accede se la garantiza el éxito individual, al que no accede, se le augura estancamiento y marginación, en ese sentido, este mundo parece ser un aliado del despliegue de los gustos personales, los usuarios pueden construir sus relaciones sociales y su subjetividad con estricto arreglo a sus pretensiones particulares.
La manifestación de la individualidad, es análoga a la opción que da la tecnología de integrarse a comunidades que tienen intereses en común, la mayor orientación hacia la individualización se asocia positivamente al uso de Internet.
El poder subjetivo se asocia fuertemente a la individualización, a la satisfacción con la vida personal y son personas que miran el futuro con gran optimismo, en ese sentido, en la vida cotidiana tienden a pensarse como seres estables, cuyos límites son los que marca el cuerpo y su subjetividad, con un fuerte sentimiento de coherencia y estabilidad a lo largo del tiempo y el espacio.
Las características que definen a las personas que ostentan un alto poder subjetivo, es que piensan que poseen las capacidades educativas necesarias para abrirse a nuevas opciones de desarrollo personal, de que disponen de los recursos materiales necesarios para el logro de sus proyectos y que tienen la capacidad de activar redes de cooperación en el ámbito personal.
La capacidad reflexiva está asociada a un alto consumo cultural, son personas que disfrutan con las posibilidades que otorga internet de estar informado y al día con lo que pasa en el mundo, poseen mayores niveles de poder subjetivo, de sociabilidad y de individualización.
Mirado desde el punto de vista subjetivo, una de las características más importantes de este fenómeno, es que ahora la desigualdad resulta mucho más difícil de aceptar, porque pone en crisis la representación que cada uno tiene de si mismo. Aquellas personas que si disponen de las capacidades subjetivas requeridas para potenciar el uso de la NTIC, se servirán de ellas para incrementar aun más tales capacidades y en aquellas personas que no tienen capacidades, el impacto de las NTIC, operará de manera negativa y contextual, es decir, la complejidad de su vida cotidiana, les impondrá desafíos para los cuales no se encontrarán preparados.
La tecnología no es buena ni mala, ni tampoco neutral, sino más bien, una fuerza que penetra en el mundo de la vida y la mente. <>, en síntesis de nuestras capacidades subjetivas positivas, ¿pero que hacemos con aquellos que no las poseen?
¿Oportunidad o amenaza? Nuevamente la respuesta dependerá del lugar objetivo y subjetivo que cada uno ocupe en el mapa de este nuevo mundo. Me gusta pero me asusta; la ambivalencia de la subjetividad. Si el problema no es la exclusión, ¿cuál es entonces el drama que las nuevas tecnologías atribuyen a la subjetividad. Se las ve como herramientas fascinantes que se instalan en las prácticas cotidianas. Esta oscilación entre oportunidades y amenazas, exige tener un juicio más neutro sobre las nuevas tecnologías.
Lo anterior nos interpela a posibilitar la construcción de políticas de subjetividad, claramente un tema muy complejo, pero que es preciso empezar a desarrollar. Es imprescindible que los sujetos puedan enfrentarse a los riesgos y a las oportunidades. Que resida en ellos la opción de hacer de las tecnologías una herramienta que beneficie su desarrollo, ellos deben aprender a tomar decisiones, y a posicionarse en el uso de las máquinas. Las percepciones subjetivas que provocan las tecnologías pueden ser controladas, y la sociedad y el Estado, por sobre todo, a través de políticas públicas cuentan con capacidades para ello. A este respecto, el sociólogo, M. Castells (Ciudad Informacional), “se muestra contrario a cualquier tipo de determinismo tecnológico, para el la tecnología no determina la organización social, sino que es la propia sociedad y el sistema económico vigente los que se encargan de adaptar a sus nuevas necesidades los avances tecnológicos que van surgiendo”.
La cuestión radica en ¿cómo hacer que la persona aprenda sin entrar en contradicciones con sus subjetividades. Quizás, no existe tal contradicción y es simplemente las dos caras de una misma moneda, la persona aprende y se subjetiva de ambas maneras.
Nunca escuchamos desde la objetividad total, nuestra práctica se asienta en una cosmovisión, en un recorrido teórico tan personal como innegable, en un contexto tecnológico que opera como marco dentro del cual nos movemos más o menos cómodamente. Será preciso entonces encontrar nuevas estrategias que permitan una subjetivación <> y “para ello es preciso observar los caracteres metafísicos de nuestras meta psicologías y mantener una actitud de reconstrucción permanente, de modo de no intentar resolver los renovados problemas que nos imponen las prácticas sociales de hoy, con las preguntas de ayer como herramientas”.
Las formas sociales producen nuevas necesidades subjetivas, la subjetividad socialmente dominante seguramente es producida por los medios y los centros de poder, pero si sabemos hacia donde soplan los vientos, seguramente encontraremos los caminos. La persona debiera construir su identidad desde todos los ámbitos a los que pueda acceder y con los distintos fragmentos que los distintos actores sociales puedan ofrecerles y esta aprehender, reflexionar y crear.


“Por que somos más libres de lo que creemos y no por que estamos determinados, sino por que hay muchas cosas con las que aún podemos romper, para hacer de la libertad un problema estratégico, para crear la libertad. Para liberarnos de nosotros mismos” (Morey Miguel, 1996: 44)


B I B L I O G R A F I A


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viernes, 1 de febrero de 2008

LA MODERNIDAD LATINOAMERICANA

Uno de los síntomas de la modernidad latinoamericana son sus profundas contradicciones y ello sirve de fundamento para la presente reflexión, sin embargo, resulta procedente, antes que todo, hacer un análisis de lo que se entiende por el concepto modernidad y marcar un inicio del momento en que se inicia este proceso.
Ahora, el tema de fondo del presente escrito es analizar que ha ocurrido con el proyecto de la modernidad en nuestra Latinoamérica, para ello, la pregunta central que se intenta responder es, que es lo que se ha dado en nuestro continente ¿modernidad o modernización. En el anterior sentido, cuando nos referimos al concepto modernidad estamos señalando un paradigma dominante, referido a un estilo de vida y una posición filosófica hacia los procesos económicos, sociales y políticos.
Una de las principales características de la modernidad es el énfasis en la utilización de la razón para la construcción del orden social. Obsoleto el fundamento divino como base de la estabilidad social, el desafío de la modernidad era descansar en un pensamiento que sirviera para dar la génesis a un emergente orden en desmedro al viejo.
Es importante destacar que no solo en el contexto latinoamericano, sino que en el mundial, la modernidad nos presenta rasgos contradictorios. Puede presentar una admiración sin límites por las sendas que se abren con el uso de las nuevas tecnologías, pero también la imposibilidad de controlar la utilización de tales recursos, a modo de ejemplo tenemos la muerte de los bosques, ello sucede hace muchos siglos (tala masiva), pero en la actualidad esto es un suceso global, el cual trae repercusiones sociales y políticas absolutamente diferentes.
Otras de las características del proceso de la modernidad, es que es un proyecto universalizante y homogeneizante que intenta producir y reproducir una generalidad en torno a los modelos imperantes .
En palabras de Marshall Berman “la modernidad une a toda la humanidad. No obstante, esta unión es paradójica, es una unión de la desunión: nos arroja a un remolino de desintegración y renovación perpetuas, de conflicto y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es ser parte de un universo en el que como dijo Marx, 'todo lo sólido se desvanece en el aire'”.
Resulta difícil explicar la ambigüedad que ha provocado el proyecto de la modernidad, ya que a pesar del enorme progreso científico y tecnológico, nos invade un sentimiento de angustia, ¿por qué numerosos científicos y pensadores en el mundo tienen una sombra de duda y miran con desconfianza el futuro?, quizás las guerras, catástrofes humanas, genocidios, hacen que lo positivo de la modernidad desaparezca.
En este camino, en los países latinoamericanos se refleja una crisis en los últimos años, en lo económico, político y cultural, diseñándose una compleja problemática social, tales como la hambruna, caída del socialismo real, globalización, entre otros, por ello la “racionalización”, la exclusión que avala la modernización, debe ser objeto de una nueva visión.
A menudo los conceptos de modernidad y modernización han sido utilizados como sinónimos, pero no cabe duda, que son dos cosas diferentes, la complicación estriba en que a la modernidad se le ha confundido con la modalidad capitalista de la modernización , el consumir aparatos de alta tecnología no nos hace modernos, además, de que este tipo de modernización se sustenta en una lógica clasista que excluye a numerosas personas que forman parte de la sociedad.
Según Jesús Martín Barbero “Los discursos se interpelan y entrecruzan pero en sentidos diversos. Mientras en Europa y Estados Unidos los intelectuales y científicos sociales hablan de modernidad, en América Latina los empresarios y políticos hablan de modernización”.
Otra característica de la modernización, es que asume la “racionalidad” como una categoría fundamental y aquí ya podemos elaborar la diferencia sustancial entre modernidad y modernización; la modernización posee connotaciones ideológicas y valorativas coligadas al progreso, se recurre a la racionalidad técnica a fin de alcanzar el progreso, se deja a un lado lo filosófico del hombre, su historicidad, se produce una ruptura con el pasado. La modernidad en cambio, pretende el desarrollo de las instituciones sociales, crear oportunidades para que los seres humanos tengan una existencia segura, pero, también se presenta como un sistema de control, integración y represión, por ello, es de que se habla de una modernidad inacabada.
Los países latinoamericanos han sufrido la instrumentalización de la modernización que al oponer su racionalidad con su historicidad, legitima la avidez del capital y la generación de una economía irrazonable, cuyo único objetivo era incorporarse al desarrollo por medio de una lógica instrumental.
Néstor García Canclini , nos señala que “la hipótesis más reiterada en la literatura sobre la modernidad latinoamericana puede resumirse así; hemos tenido un modernismo exuberante con una modernización deficiente”.
De hecho el proceso de modernidad en nuestro continente es desequilibrado, con un crecimiento desigual. En el año 1920, más de la mitad de la población era iletrada, lo que se ve subrayado en las instancias superiores del sistema educativo. Modernización en un marco tradicional, democratización para minorías, en donde las élites mantuvieron costumbres, políticas y economías híbridas, estos desajustes entre modernismo y modernización son útiles a estas clases dominantes a fin de mantener la hegemonía, quizás, sin tener ni la preocupación de justificarla.
En Chile, por ejemplo, hacia el año 1891, el proceso de modernización denotaba la génesis del desenfreno irracional, cuando liberales de viejo y nuevo cuño se enfrentaban en el nombre de la modernidad para devastarse mutuamente. El discurso de las élites dominantes se fracciona entre lo político, lo económico y lo burocrático.
El discurso civilizador ilustrado de la fracción liberal de la élite y la necesidad de insertarse en el capitalismo mundial, disentían con una oligarquía terrateniente basada en las haciendas rurales y el inquilinaje. Se insertan nuevos modelos de producción, consumo, sociabilidad y cambios de fisonomía y ritmo en la vida urbana. Habría cambios en la naturaleza social, una emergente clase media iniciaba su intervención en la política.
Culturalmente la oligarquía generó patrones extranjerizantes de vida, el ocio, los placeres terrenales, se impusieron el modelo hedonista se reflejó en el afrancesamiento de los palacios de la élite.
Estos son los síntomas del carácter híbrido del proceso y sus caracteres simbólicos que conciben negaciones, donde se encuentran insertos nacionalismo y cosmopolitismo, campo y ciudad, tradición y modernidad, nostalgia romántica y proyecto positivista, en definitiva: modernidad y/o no modernidad.
Estos conceptos de hibrides lo vemos también en México. Desde el punto de vista económico y político, este país ha pasado por un proceso de descentralización, circunscribiendo la ascendencia de la capital debido a la mayor dinámica de las regiones fronterizas. Desde la revolución mexicana se había arraigado un pensamiento de integración entrelazada de fisonomías ficticias, históricas y étnicas. El remedo primero de la manera europea y al punto de la norteamericana definió la ruta que tomó el país para lograr participar en el mundo moderno.
Públicamente el discurso hablaba de un núcleo de identidad efectiva y desarrollaba la conciencia nacional a través de una política cultural sistemática. El problema del indígena se le considera solucionado por medio de la usurpación de su pasado, sin embargo, no se logra una vía hacia la autenticidad la cual fracasa ante las estructuras políticas.
En 1968, una violenta contención de revueltas de estudiantes coloca una nube sobre la pretendida modernidad de ese país, una modernidad desconcertante, ésta movilización estudiantil y su represión le arrebató la aparente ingenuidad al proyecto nacional de unificación cultural que había sido delimitado como prioridad nacional. La insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el sur del país con la exigencia de más justicia y democracia ensombreció el comienzo del Tratado Económico de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), e hizo evidentes las incongruencias existentes.
Aquí otra vez se me hace necesario recordar lo manifestado por Néstor García, de que las sociedades latinoamericanas se caracterizan por un modernismo exuberante pero al mismo tiempo, por una modernización incompleta.
Otro ejemplo lo podemos encontrar en El Salvador. En este país a mediados del siglo XIX, gran parte de la población era dueña de la tierra, ya sea en forma individual o colectiva, existían algunas grandes haciendas pero sin monopolios, economía rural, los indígenas eran una cuarta parte de la población y trabajaban tierras comunales o en sus propias parcelas. La economía mayoritariamente de subsistencia, abastecía de forma bastante holgada los mercados mundiales, aprovechando de explotar el índigo que crecía sin mayor dificultad prácticamente por todo el país. Tales características se conservaron por un buen tiempo, sin embargo, hacia el año 1850 iban a esfumarse. El Salvador estaba en el principio de un cambio que se iba a producir vertiginosa y trágicamente.
“El Salvador, una de las nuevas naciones que fuera una vez abandonada por el imperio español, nos entrega un sorprendente ejemplo de rápido y profundo cambio. Además su experiencia de progreso y modernización acompañada del creciente empobrecimiento de la mayoría de los habitantes nos ilustra como una nación latinoamericana se pudo modernizar sin llegar a desarrollarse”. (Burns Bradford, “La Modernización del Subdesarrollo”)
Que ocurrió, las bases económicas del pasado colonial se mantuvieron durante la primera mitad del siglo XIX. El índigo demandaba fuerza laboral permanente y estacional. Con posterioridad a 1858, nuevos modelos socioeconómicos entraron en vigencia. La élite encontró un nuevo cultivo, el café, que se podía vender lucrativamente. Desde el gobierno se estimuló su producción, de partida, el cuidado, fertilización y conservación de la tierra era diferente, el índigo crecía sin necesidad de un gran cuidado.
Los sucesivos gobiernos estimularon la concentración de la tierra y se produjo un veloz cambio, en 1879, solo una cuarta parte de las tierras eran parte de las aldeas, la mayoría de las fincas cafetaleras continúan despojando de sus tierras a los pequeños campesinos. Un gobierno al servicio de los hacendados favoreció la modernización de la infraestructura (sobre todo al servicio de la industria cafetalera), capitales ingleses, permiten un embrionario sistema de ferrocarril, hacia 1910, las principales calles de San Salvador fueron pavimentadas y la electricidad iluminaba la ciudad, el pináculo de la bonanza alcanzó su apogeo hacia 1930.
Sin embargo la élite y el gobierno eran absolutamente dependientes de los ingresos de la producción y rentabilidad del café, con los riesgos que obviamente involucra ser monoproductor. En efecto El Salvador poseía muchas ventajas para este cultivo, pero no era el único país en la región que lo producía. El precio cayó bruscamente (1928 $ 15,75 – 1932 $ 5,97). Se vino la crisis económica y una brutal cesantía, los problemas revelaron una economía modernizada pero subdesarrollada, economía que sirvió a los extranjeros pero no a las necesidades de su pueblo.
Resulta procedente quizás, recurrir aquí a las palabras de Eduardo Galeano (Las Venas Abiertas de América Latina, 1993) que a pesar del tiempo aportan al debate “el sistema es muy racional desde el punto de vista de sus dueños extranjeros y de nuestra burguesía de comisionistas, que ha vendido el alma al Diablo a un precio que hubiera avergonzado a Fausto. Pero el sistema es tan irracional para todos los demás que cuanto más se desarrolla más agudiza sus desequilibrios y sus tensiones, sus contradicciones ardientes”.
Si el modernismo no es el enunciado de la modernización socio económica, sino de la forma en que las clases dominantes se hacen la obligación de la encrucijada de disímiles temporalidades históricas y pretenden construir con ellas un proyecto global, ¿cuáles son esas temporalidades en América Latina? Y qué contradicciones genera esa intersección.
Establecidos en naciones al compás de su metamorfosis en “países modernos”, no es raro que una de las dimensiones más contradictorias de la modernidad latinoamericana se ubique en torno a lo internacional y sus desacoples con lo nacional.
La cuestión en definitiva no se encuentra en que en Latinoamérica se haya cumplido mal y tardíamente un modelo de modernización y que en Europa se habría realizado de manera impecable, ni tampoco significa buscar un paradigma alternativo. Quizás la incomodidad con la modernidad se trata de las “optimizadas imágenes” que de ella nos hicimos los latinoamericanos, viendo en este modelo europeo una ordenación con un profundo nivel de pureza y homogeneización, sin embargo, para una gran cantidad de historiadores europeos la modernidad no caminó nunca en Europa como un proceso indisoluble, integrado y coherente, sino híbrido y disparejo, ubicado en el espacio entendido entre un pasado clásico (todavía presente), un presente técnico (ambiguo) y un futuro político aun impensado.
Lo anterior nos hace reflexionar acerca de la tortuosa modernidad latinoamericana, considerando los modernismos como tentativas de inmiscuirse en el cruce de un orden dominante semi oligárquico, una economía capitalista semi industrializada y movimientos sociales transformadores.
La modernidad en Latinoamérica se llevó a cabo en oleadas modernizadoras insertas en crisis agudizadas, incoherencia exasperante entre discurso y realidad, caracterizada como un proceso de occidentalización, lo que generó cambios sociales y por sobre todo exigencias culturales originando efectos desastrosos y demoledores en los modos tradicionales, como se evidenció en los tres ejemplos , señalados en líneas anteriores (Chile, México y El Salvador), favoreciendo un sistema valórico adaptado a las ideas de trabajo y éxito.
Cuando los latinoamericanos definimos una modernidad por su grado de racionalización, dejamos de lado los actores sociales que forman parte de este proceso, equivocando el camino. Aquí se viene a la mente lo planteado por Touraine, quien afirma que “actualmente, la imagen más visible de la modernidad es una imagen de vacío, de un poder sin centro, de una economía fluida, una sociedad de intercambios mucho más que de producción. En suma, la imagen de la sociedad moderna es la de una sociedad sin actores”.
La verdadera modernidad no está en relación con la posesión de bienes materiales y tecnológicos, es decir, ella no se da en términos materiales, sino en la determinación humana, en el terreno de la espiritualidad, la verdadera modernidad debe darse en el interior del hombre y no en las “cosas” que posea o pueda llegar a poseer.
Según Moreiras, es función de la crítica cultural latinoamericana contribuir a que América Latina se desplace hacia la modernidad. Modernidad e Identidad, son dos proyectos complementarios a la reflexión crítica, el “regionalismo crítico”, se conformaría en el espacio de resistencia a las formas pos contemporáneas del progreso modernizante, hegemonía corporativa y la estandarización de los productos de consumo y los estilos de vida.

Es la consideración fundamental de lo humano lo que nos lleva a un replanteamiento del tiempo en que existimos y de lo que debemos y tenemos que “ser”, es por ello, que no se puede imaginar modernidad sin racionalización, pero menos todavía sin la formación de un sujeto que se sienta responsable de si mismo, de esa sociedad de la que es parte, debemos aspirar a una sociedad moderna, constructiva, que convierte lo antiguo en moderno sin destruirlo, con “actores” y sin olvidar la creatividad humana.